"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 9 de noviembre de 2010

Sin pecado concebida

I

A Lucía siempre le ha encantado el mundo de la comunicación.

Se trata de algo vocacional, llevaba años persiguiéndolo. La semana pasada por fin alguien reconoció sus méritos y no tardó en llamarme por teléfono emocionada:

- “Tengo dos noticias que contarte. Una buena y una mala

Siempre ha sido de la intriga mi novia.

- “Dispara

- “Pues que me han ascendido al departamento de comunicación y relaciones públicas en el curro

- “Hostia! Enhorabuena! Y la mala?

- “Que me han organizado una cena el Viernes y no podremos vernos esa noche

La emoción me sobrepasó y la sinceridad me venció

- “Y la mala ?
                                         
                                                                              II

Siempre me ha atraído la noche. Me encanta salir de marcha y quien me conoce sabe que soy un liao. Que no me pierdo una y que me hace falta nada y menos para calentarme el hocico.
No se me ocurre un plan mejor que salir de fiesta.
Bueno, quizás si haya uno.

Salir de fiesta sin tu novia

De acuerdo. Denota complicidad, es sinónimo de estabilidad y confianza en la relación. No hay pelea de novios o conflicto de cama que no se arregle agarrando una buena merluza a medias.
Sí, señor. Salir con pareja está muy bien.

Pero ojo, salir solo con tus colegas está de puta madre.

Tu camiseta de batalla, tus vaqueros rotos…
Te duchas por si acaso.
Tanto tiempo desde aquellos años de soltería, aquellos cubatas sin hielo en los parques, aquella dignidad por los suelos…
Tu crestita, tu pelito engominado…
Haces la cama por si acaso.
Todos tenemos un ego que alimentar, y todos tenemos nuestro público.
De modo que verte de nuevo en el mercado te hace sentirte vivo.
El condón en el bolsillo de por si acaso ya ni lo saco.
La madurez te enseña a ser realista.

                                                                      III

Pocos segundos y algún perdón después de meter la pata colgué con Lucía. Menos segundos aún tardé en llamar a mis amigos para que se reservaran esa fecha en el calendario.

Dos noches más tarde estábamos haciendo cola para pedir el primer pelotazo.
Pose interesante y mirada de tanteo…
El que es cazador, es cazador siempre. Con chimbera o sin ella.

- “Bombay con tónica, bonita

No soporto la tónica y la ginebra me da arcadas, pero me bebo hasta el cubo de fregar y el rollito interesante que da el Gin Tonic me encanta.

Al decir lo de bonita le guiño un ojo a la camarera.
Flamenco. Cazador

No me había dado tiempo ni de quitarle la rodaja de limón al peloto cuando se me plantó delante ella.
Ciento ochenta centímetros de pecado y penitencia.
Su cara me resultaba familiar.

Aunque ya no llevara ortodoncia, al abrir la boca me resultó inconfundible:

- “No te acuerdas de mí?

- “Trato de olvidarte” - pensé

Tenía ante mí a la chica que me enseñó que en los asientos traseros es obligatorio el cinturón.
La niña con la que aprendí que no hacen falta dos manos para desabrochar un sujetador.
La que me demostró cómo aprovechar al máximo el espacio en baños de discoteca y ascensores.
La culpable de que hoy me sepa de memoria toda la discografía de OBK.

Tenía ante mí, aunque sin aparato bucal, a mi ex novia.
Sin aparato pero con un piercing en la lengua y 3.500 euros en cada teta.

                                                                          IV

Estoy convencido de que lo huelen. Lo tengo comprobado.
Puedes tirarte meses…qué digo meses, años sin que te mire ni la amiga fea de La Puerro.

Épocas de sequía manchega, travesías por el desierto. Interminables malas rachas en las que impera el "todo vale", en las que escondes tu orgullo en el mismo cajón que los condones a punto de caducar.

Sin embargo hay algo matemático en ello.

Te echas novia y automáticamente te reencuentras con ex parejas, te ponen de compañera de trabajo a la morenaza de turno, te llama para tomar algo la hermana golfa de algún colega…
Se te acumula la faena, y es que Dios da bragas a quien no tiene culo.

Te ven como un reto, un desafío.
Una muesca más en su culata. Una pieza de museo. Una cabeza de jabalí a sumar a su colección de víctimas.
Las muy zorras lo huelen.

Van a por ti y no paran hasta anotar tu nombre en su lista.
No ya por ti, sino para demostrarse a sí mismas que aún te tienen a su merced.
Que su sustituta, esa que ahora ocupa su lugar en ascensores y lavabos de discoteca, aún juega en desventaja.

Como el perro del hortelano. Ni comen, ni dejan comer.

Mi ex no es muy distinta.
Va vestida provocativa, retando. Una mezcla entre moderna y lagarterana, pero con ese cuerpazo cualquiera le discute nada.

Todavía no me entra en la cabeza que me dirija la palabra, si aún hoy me pita el oído de todas las blasfemias que escupió cuando la dejé.
Siempre he sido un poco caótico en la ruptura.

- “No eres tú, soy yo. Estoy en una etapa en la que busco conocerme a mí mismo. Mereces algo mejor”

No sabía cómo decirle que quería poner en práctica con su amiga todo lo que con ella había aprendido.
Evidentemente no le sentó muy bien. De nada valieron mis símiles con OBK.
Ni Historias de amor, ni ojos que miran con ilusión…me puso de cabronazo para arriba.

Entre el tercer “Hijo de puta” y el cuarto “Cerdo” le propuse una alternativa:

- "Quedamos como amigos entonces?"

Joder, no me salto el guión ni en la humillación.

A pesar del pitote que montó aquel día, a pesar de que desde entonces ni habíamos coincidido, allí la tenía a un palmo, contándome que era feliz con su novio socorrista, con su trabajo, y con sus tetas operadas.

Es evidente. Las muy perras lo huelen.

                                                                                   V

Al preguntarme si yo tenía novia dudé.
Lo confieso.
Dudé.

Ave María Purísima.
Pequé, señor, pequé.

Dude y me sentí fatal. Un polígamo en el subconsciente, un infiel.
Un promiscuo mental.
La falta de costumbre, supongo.  Pero terminé contándole que Lucía era un sol, que llevábamos un tiempo juntos, y que yo era muy feliz con ella y con mi trabajo.
Lo de sus tetas operadas preferí callármelo.

Con el segundo Gin Tonic nos reímos de lo inocentes que éramos.
Con el tercero nos pusimos serios rememorando todas las veces que pecamos.
Con el cuarto me propuso acompañarle a su casa.

Para confesarnos. Por los viejos tiempos.

Las piernas me flaquearon, la boca se me secó.
La conciencia venció a los cubatas y a los 3500 euros en cada teta.
A los viejos tiempos.

Con una risa nerviosa le dije que no sabía nadar, que tenía alergia a los socorristas cornudos, y me marché.

De regreso no paré de darle vueltas.
Al entrar en casa Lucía aún no había llegado. Dejé mi ropa y mi conciencia en el suelo, y antes de meterme a la cama el móvil ventoseó un par de veces sobre la mesilla del condón caducado.

                                                 Tiene 1 mensaje nuevo

- “El papa está en la tele. Si vienes pronto aún llegas para comulgar. Por los viejos tiempos

Recogí la conciencia del suelo y contesté:

- “No estoy para hostias

Ave María Purísima

martes, 21 de septiembre de 2010

La cuadratura del círculo

Iba para malabarista de sueños, para diseñador de carcajadas.

Iba para flautista de aldea, para catador de regalices.

Iba para cazador de nubes.

Silencié mi voluntad para ajustarme al guión establecido. La sellé con la promesa de un futuro mejor.

Mejor para quién?

Quise complacer, convertirme en lo que todos esperaban. Un hombre de provecho, un buen partido.

Quise ser ejemplar, modélico.
Olvidé querer ser feliz.
Olvidé soñar, y barnicé mis ilusiones con la excusa de la inmadurez.
Olvidé ser egoísta, olvidé que quien elegía era yo.

Iba para trapecista y terminé siendo un payaso.
Un payaso cansado de no reirse.
Iba para mariposa y terminé convirtiéndome en el capullo que hoy soy.

Un capullo que subasta sus sueños cada mañana en su oficina por un ático en Barcelona.
Un mercenario. Una puta del siglo XXI.

Un capullo con una reunión dentro de cinco minutos, donde se juntan más capullos y algún que otro payaso.

Y putas, muchas putas.

La reunión de hoy es especial.
El pavo real se ha asegurado de que no falte ni una de las pirañas que le hacen coro.
Un café en la derecha y el último grito en móviles en la izquierda. Caminan tan tiesos que parece que les hubieran metido una fregona por el culo.

Ponen cara de serios y fruncen el ceño demostrando interés. Parece que no hayan comido en su vida un puñetero yogur de fibras.
De vez en cuando hablan en siglas para demostrar sus conocimientos.

O más bien su desconocimiento.

Mientras contengo como buenamente puedo las ganas de vomitar, el pavo real hace su entrada en la sala.
Murmullos, toses tímidas…Apoya su portátil sobre la mesa y franelea su ego ante nosotros.
En su mano, una caja cerrada termina de darle un aura de incertidumbre a la reunión.

Se gusta.

“Señoras, caballeros…como ya saben formamos parte de una multinacional lider en la producción y distribución de neumáticos. Somos un benchmark en el sector, nuestro departamento de research and development invierte gran cantidad de recursos en mantener esta privilegiada posición en el sector de la automoción…”

El pavo real nació en un pequeño pueblo de Cuenca y habla un inglés de Opening. Pero cuando despliega su plumaje le gusta jactarse de aquel verano en Manhattan metiendo algún tecnicismo en la lengua de Shakespeare.

Para mi que la tiene pequeña.

Me tiene a mí mosqueado la cajita de los cojones, pero el de la fregona en el culo sigue con su masturbación en público:

“…supone un honor para mí presentaros hoy un lanzamiento que supondrá un breaking point en el desarrollo de vuestros tasks diarios.
Un toolkit de aplicación ASAP que representa a la perfección los core values de la firma, que se identifica con el espíritu emprendedor de sus miembros y que nos llevará a afrontar con garantías nuestro día a día dentro de la compañía, alcanzando el extra mile en nuestro performance

Pienso en rodilleras nuevas.
Tal vez 2x1 en vaselina de ferretero.

Atenúa la luz de la sala y una música clásica de fondo da paso a una presentación de 100 diapositivas donde nos explica con detalle los beneficios de la herramienta.
La eyaculación se aproxima.

Los repeinados, tiesos como velas, no se cansan de tomar apuntes.
La cara de estreñidos, el ceño fruncido.
Yo bastante tengo con contener las ganas de vomitar.

En la última diapositiva tiene lugar el esperpento:
“Señores, ante ustedes el nacimiento de una estrella.
Un antes y un después en sus vidas.

.........!!!El neumático paralelepípedo tetraédrico isogonal.!!!”

Con dos cojones!!
Confieso que me tiene intrigado con tanto misterio y tanto nombrecito bíblico.
Con pasmosa lentitud abre la cajita y coloca ante nosotros la criatura:
Un neumático paralelepípedo tetraédrico isogonal.

Una puta rueda cuadrada, vaya.


- ...Ooohhhhhhhh!!!

En un instante los aplausos y los vítores llenan la sala.
Los engominados de la fregona en el culo no salen de su asombro.
Entre el café y las blackberrys apenas tienen manos para aplaudir.
Las palmas echan fuego.
“Qué opinión les merece, caballeros?”
Su ego no conoce límites

Las pirañas repeinadas le bailan el agua al pavo real.
- Es Excelso!!
- Es Brillante!!
- Es sublime!!
- Es Arrebatador!!

No se pueden ni ver entre ellos.
A diario se rifan puñaladas por la espalda para demostrar méritos a los ojos del pavo real.
Pero a la hora de lamer el culo su rotundidad es unánime.

Cuando llega mi turno de opinión trato de no abusar del sarcasmo

- Para mi gusto es demasiado…cuadrada.

Silencio.
El pavo real tuerce el gesto y la sala enmudece.

En medio del titubeo, el lameculos con más llagas en las rodillas sale al paso:

-“Ignorante!!”

El coro se echa encima. Como las pirañas, que se comen entre ellas hasta que notan próximo el olor a carnaza fresca.
Me tachan de conflictivo, de envidioso. De falta de proactividad y de poco afán de progreso.
Empiezo a temer que me culpen también del asesinato de Kennedy.

Nos dan un cuadrado. Nos lo venden como círculo y encima pretenden que nos lo llevemos rodando a casa.
Felices.

No abandones la pecera. No pienses.
Y cuando huelas a sangre, ataca.

Yo les doy asco.
A mí me dan lástima.
No hay confrontación posible.

Termina la reunión y las pirañas repeinadas regresan a sus peceras, a seguir buscando carnaza.
Yo abandono mi rueda cuadrada allí. Ellos se la llevan rodando.

Medio año más tarde, el neumático cuadrado ya es historia. Evidentemente fracasó, pero el pavo real ya vuela alto en la compañía.
Lo importante no es los méritos que contraigas, sino lo bien que la chupes.
Está claro que el pavo real hace maravillas con su piquito de oro.

Las pirañas siguen engominadas, acumulando restos.
Con sus ceños fruncidos. Con sus fregonas en el culo.
Aguardando el mínimo olor a sangre para dejar de atacarse entre ellas.

Y yo…yo sigo prostituyéndome.
Sigo siendo un egoísta. Un conflictivo.
Para mí los círculos siguen siendo círculos, y los cuadrados, cuadrados.

Hace tiempo que dejé de comulgar con ruedas de molino.

En definitiva, sigo siendo un capullo.
Sin fregona en el culo, pero un capullo.
Un capullo que de vez en cuando le da por escribir esperando un día saber convertirse en mariposa.

Y batir sus alas
Y salir volando

miércoles, 11 de agosto de 2010

Jugando a ser mayor

Llevaba un año preparándome para ese día.
Trescientos sesenta y cinco amaneceres con sus trescientas sesenta y cinco madrugones tratando de asumirlo.
Convenciéndome.

Como todo en ésta vida, el dos va detrás del uno.
Y Agosto no podía ser menos.
Y el uno pasó.Y el dos llegó.
La hoja del calendario cayó, y con ella el peso de la madurez sobre mi lomo.
Una losa de reposo y templanza que pesaba como un demonio.
Exactamente treinta kilos. Uno por cada año que cumplía.

Me desperté esa mañana y me palpé la cabeza.
Primer trauma eliminado: Mi pelo seguía ahí.
Bajé la mano y eliminé mi segundo trauma:
Como cada mañana, la “tienda de campaña” seguía ahí.

Todo en su sitio..

De espaldas en la cama, aún desperezándome escuché voces en mi casa.
Para cuando quise reaccionar tenía a un montón de amigos abalanzados sodomizándome, vendándome, disfrazándome.
Violando mi recién estrenada madurez.

..........¡!Sorpresa!!!......

Gracias a Dios que ese día no dormí en pelotas.
Por lo del segundo trauma, vaya.

La fiesta duró lo que dura la paz en las pelis de vaqueros: Hasta que muere el primero.
Tebar hizo los honores y se inmoló.
Antes de entregar la cuchara dejó un recuerdo en la tapicería del coche.
Mientras lo llevaban al hospital sacó fuerzas y saludó para despedirse.
Siempre ha sido un tío educado.
De los de clavel en la solapa, como le gusta decir.

A todos los que vinisteis gracias.A los que quisisteis y no pudisteis, gracias.
A todos los que me felicitasteis, gracias por hacerlo.
A todos los que no me felicitasteis, gracias por no hacerlo.
Por alguna extraña razón esta vez me hizo especial ilusión.

Me hicisteis disfrutar de lo lindo.
Más que un maricón en una tienda de extintores.
Y desde aquí agradeceros de corazón el detallazo.
Me encontraba feliz y afortunado de que hayáis coincidido en mi vida.
Me encontraba más joven que nunca.
Me encontraba mamadísimo.

Ya de noche, de vuelta a casa empecé a pensar que tal vez los treinta no eran tan aburridos como dicen.
No me habían regalado un dominó, ni había jugado a petanca en todo el día.
Con mis amigos prefería tomarme una caña antes que una manzanilla y seguía prefiriendo el hip hop de discoteca al pasodoble de la verbena.
Ni siquiera sabría cantar una del Dúo Dinámico.

Definitivamente no. No era para tanto esto de los treinta.

A escasos metros de mi casa, un balón se escapó del colegio que delimita la calle.
Al otro lado de la verja, un niño me suplicó con toda la educación que supo:

- “Por favor, me pasa la pelota……..SEÑOR???”

Tu puta madre, mocoso.

Con lo bien que iba todo..
Giré todo lo rápido que la cerveza me permitió y traté de volear la pelota lejos.
No acerté a darle, así que la dejé allí.
Botando justo al ladito de mi orgullo y mi juventud.

El niño se quedó con la boca abierta. Cuando llegue a los treinta lo entenderá

Pero qué coño, yo también he sido niño y he pedido las cosas educadamente.
He tratado de ser feliz en todo momento, he aprendido a disfrutar de lo que me rodea, a valorar lo que realmente merece la pena en la vida.
Al menos en la mía.
Y así pienso seguir haciendo de aquí en adelante.

Si hago inventario de estas treinta primaveras las cuentas cuadran.
Treinta años.
Diez mil novecientas cincuenta oportunidades de ser feliz.

Quizás haya sustituido la curiosidad por la razón.
La ambición por la felicidad.
El zumo por la cerveza.

Ahora quizás llore con menos frecuencia. Pero con más motivos.
Lo fundamental es que nunca he dejado de ser fiel a mi mismo.

Aunque por encima de todo, lo que más he hecho ha sido cometer errores.
Un montón.
La he cagado a cada momento, he metido la pata millones de veces.
Las he preparado gordísimas.
Sin embargo no me arrepiento de ninguna.

Si volviese a nacer volvería a cometer los mismos errores.
Todos y cada uno de ellos.
No cambiaría un solo segundo de mi pasado.
Volvería a tropezar en las mismas piedras que me tiraron una vez.
Recibiría las mismas hostias que en su momento merecí.

Me demostraría las veces que hiciera falta lo gilipollas que en su momento fui.
Con una sola diferencia.

Que trataría de cometer esos errores más temprano.
Mucho más temprano.

Trataría de caer en los mismos fallos cuanto antes para escarmentar de ellos tan pronto los cometiera.
Para tener más tiempo por delante para corregirlos
Para aprender de ellos antes.

De modo que espero seguir cumpliendo muchos más.
Para seguir disfrutando como hasta ahora.
Para seguir aprendiendo.
Para seguir cagándola.
Para seguir cometiendo errores.

Que vosotros lo leais.
Muchas gracias.

miércoles, 21 de julio de 2010

Cerdo agridulce


A duras penas aciertas a pulsar el botón de tu piso.
De hecho, pulsas dos o tres distintos para asegurar el tiro.
Por si acaso.
Durante el trayecto te miras en el espejo del ascensor y analizas mentalmente lo que ves.

Tus ojos tienen el color del infierno de Dante, y están tan enormes que parece que quieran salirse.
Pareces Espinete recién salido de una piscina de cloro.

“Vaya pedo llevas, Espinete” le dices al del espejo.

Te descojonas tú solo.
De repente recuerdas que llevas desde el último bar meándote como si no hubiera mañana.
Con una mano te apoyas sobre el espejo, con la otra desabrochas el pantalón..

Afortunadamente para la señora de la limpieza, el ascensor se para en tu piso y no te da tiempo a desenfundar.

Después de dudar un par de segundos entre derecha e izquierda te plantas frente a tu casa.
La cabeza apoyada hacia abajo sobre tu puerta evita que te ladees.
Con la mirada fija en el llavero haces inventario:

- La del buzón… la del portal…la de la moto…

Se te resbalan y caen al suelo. Comienzas de nuevo

- portal… buzón…moto…

Adios!! Otra vez al suelo.

A la tercera te das cuenta de que no tienes moto, y por descarte eliges la que es.

Treinta años viviendo en la misma casa, y nunca te habías fijado lo pequeña que era la cerradura. Entre resoplidos te preguntas cómo aciertas durante la semana a la primera.

Por fin metes la llave y giras.

Seis y veintinueve de la mañana.
No está nada mal si tenemos en cuenta que a tus padres al irte dijiste:

“Bajo a cenar al Buffet libre del chino con los colegas y subo”

Pi pi. Seis treinta.
Cinco treinta en Canarias.

Te descalzas a la entrada para no hacer ruido.
Tantas noches de pajareo han depurado tu técnica hasta elevarte a la categoría de Houdini en esto de disimular cebollazos de tamaño industrial.
Andas de puntillas con las zapatillas en la mano y el cinturón. Apenas si respiras
Serías capaz de recorrerte el piso a ciegas sin chocarte.
Bueno, ahora tal y como estás aunque abras los ojos tampoco verías mucho mejor.
Un par de pasos más y podrás dormir la mona tranquilo.
Echas la mano al picaporte y ...

..ZAS!!

La luz del pasillo te ciega.
Tu madre, con cara de arrepentirse de serlo, te fulmina con la mirada.
Y tú sigues de puntillas, semi desnudo con las zapatillas en la mano. Quieto ante la aparición mariana.

La estampa es cómica y tiras por el camino de en medio.

“Hasta mañana si Dios quiere, mamá. Buenas noches”
Educado que es uno.

Si señor. Dignidad.
Genio y solera hasta en la borrachera.
Te creces y la cagas.

“Por cierto, te queda muy bien ese camisón”

Tu intención era buena, pero lo dicho, la cagas.
Has olvidado que a tu madre los piropos a las seis y media no le sientan ni regular.

“Qué pasa? Que te has tomado a pecho lo del buffet libre?”

Le encanta el sarcasmo.

“Pues no te creas. El cerdo agridulce no estaba muy bueno”

Respondo lo primero que se me ocurre para salir del paso, e intento meterme en la habitación.

Pero ya se sabe que las madres no se rinden tan fácil..

“Vaya ojos llevas. No habrás bebido por casualidad??”

Toda una trayectoria te avala, una fama labrada en el barrio a base de botellones te reconoce como un engorilao de campeonato.
Todo Dios sabe que tragas más que el fregadero de Villarriba y sin embargo tu madre aún piensa que cenas con coca cola.

Les deben de quitar la objetividad en el paritorio.

“Sabes que no bebo, mamá. El problema es que había mucho humo en el restaurante y sabes que va fatal a mi conjuntivitis”

Que no pares de tambalearte contra la puerta resta cualquier credibilidad a tu argumento.

“Estás pálido. No habrás tomado de esas drogas que se fuman, no? Los porros esos?”

Tanta pregunta te está empezando a revolver el estómago. Evidentemente no cuela.
Estás más acorralado que los gérmenes con Pato WC.
No hay pasión de madre que no vea que vas como las grecas.
La única alternativa, la solución de emergencia es ser creativo, tirar de retórica.
Todo o nada.
Si no puedes con el enemigo, únete a él.

“Ahora que lo dices, ha habido un momento que he dejado la coca cola encima de la barra. Igual alguien me ha echado algo en ella”

Toma leyenda urbana.

No falla. Seguro que cuando empezabas a salir por ahí tu madre te acojonaba con historias como esa.
Te convencía de la existencia de criaturas malignas que se pasaban la noche buscando a algún descuidado para echarle droga en el vaso.
Te insistía en que te pidieras la Fanta en botellín, y si no podía ser, que el camarero lo sirviera delante de ti.

No sufras. A mí también.
Ya ves con quince años... Con el jerseycico de rombos al cuello, con la raya a un lado hecho un angelito de las hermanas clarisas
Con tus nauticos y tus calcetinicos blancos.
Goloso de cojones.
Con la consumición en la mano derecha, la izquierda quedaba libre para tapar el vaso.
Toda nuestra obsesión era evitar que nos aliñaran el kalimotxo.
Angelitos.

Lógico que no nos comiéramos un torrao teniendo las manos ocupadas.

Cómo cambia el cuento! Si por casualidad eso fuera cierto, si la gente tal y como dicen las madres fuera por ahí esparciendo estupefacientes por los recipientes, hasta los chupitos me los pediría en el cubo de fregar.
Para facilitar las cosas, claro.

El caso es que tu madre se ha tragado hasta los puntos suspensivos y ha atado cabos.
Antes de que te des cuenta está volando al teléfono.
Con los nervios no encuentra el número de Ambulancias.

Como poseída, comienza a decir palabras sueltas. Lavado de estómago, colonoscopia...
Parece la niña del exorcista hablando lenguas muertas.
Ante tales amenazas, te empeñas en convencerle de que no es necesario.

Cinco minutos necesitas para calmarla, para convencerla de que seguirás vivo mañana a pesar de lo que te han echado en la coca cola.
Finalmente, se planta de puntillas frente a ti, te da un beso en la frente y te insiste en que tengas mucho cuidado.

“Buenas noches, cariño”

No puedes creer tu fortuna. Sabías de tus grandes dotes de interpretación, pero estás convencido de que si te llega a ver hoy Amenábar te dan el Oscar.

En ese preciso instante, el estómago se te pone en huelga y las ganas de vomitar no te dan margen a llegar al lavabo.

Pena de parquet flotante, con lo que costó.

Sobresaltada, tu madre se gira y al ver la escena te aconseja.

“Ay pobre!! Ya te dije que la comida china no es de fiar!!”

Bendita inocencia. Y bendito cerdo agridulce.

lunes, 14 de junio de 2010

Cosa de dos







Admirar una puesta de sol has de hacerlo en pareja.
Aporta romanticismo, huele a suspiro.
Es cool.
Tú ves a un tío sentado en una colina abrazado a su pareja mientras contemplan el sol caer y dices:
“Cuánto se quieren”
Tú ves a un tío solo mirando la puesta de sol y piensas:
“El friki ese cualquier día se suicida”

Visitar la torre Eiffel, brindar con cava, jugar un partido de tenis…son innumerables las cosas que has de hacer en pareja si quieres evitar que te tachen de rarito.
Hasta la declaración de la renta sale mejor si es cosa de dos.

Ir a la playa no.

A la playa, igual que a las despedidas y a los funerales, es mucho mejor ir solo.
Para aburrirse con tu chica y tocarle una tetilla ya inventaron el cine y las norias.
A la playa, o vas solo o vas con colegas más feos que tú, que la competencia es dura.

A los hechos me remito:



Según llegamos al sitio vaciamos el maletero y como buena pareja, nos repartimos las cosas.
El pareo y la Cuore para ella. La colchoneta, la silla, la sombrilla y la toalla para el menda.
Compartir es amar.

“¿Dónde nos ponemos?”

Tenía la boca demasiado ocupada sujetando las toallas, así que con la cabeza propuse que allí mismo estaba bien.

“Aquí no, cuqui. Mejor un poco más allá,no?

En primer lugar: Para qué coño me pides opinión…cuqui?
En segundo lugar: Qué coño más dará “un poco más allá”..cuqui?

Una vez tuvo a bien elegir el lugar con la densidad y el pH de la arena idóneos, soltamos las cosas.
Bueno, lo de soltamos es un decir.
En realidad yo solté las cosas y alineé paralelas las toallas.
Ella se puso el pareo.

Según pude sentarme me embadurné en crema para prevenir quemaduras.
Mientras me embalsamaba como un faraón eché un vistazo furtivo y pude ser testigo de su llegada.

Las gafas de sol en la frente, el bikini gris plateado.
A cada paso que daba, el sol se giraba para piropearla.
Su inocente sonrisa denunciaba aún una tierna adolescencia.
Tenía unas tetas de miedo.

Con una gracilidad casi virginal orientó la toalla sobre la arena. Guardó las gafas de sol en el bolso de playa, lo apoyó sobre la toalla y se quitó el vestido.
Echó mano a la parte de arriba del bikini antes de tumbarse.
Mi mente hizo el resto.

“Que se la quite, que se la quite”

Haciendo caso a mis plegarias mentales nos deleitó guardando el sujetador junto a las gafas de sol.
Se ajustó la parte de abajo del bikini.

“Que se lo quite, que se lo quite”

Lo se. Siempre fui un desviado.

Ante tal aparición había olvidado que no estaba solo, que mi vistazo furtivo se había convertido en una babeada en toda regla.

Una primera colleja me devolvió a la realidad.

“Qué, está buena?”

La segunda colleja me confirmó que las mujeres mienten cuando dicen que valoran la sinceridad.

Consideré un chapuzón la mejor opción para calmar los ánimos.
Pero antes de regresar a la toalla mi novia me aguardaba en la orilla con las palas

“Unos toques, Nadal?’”

Le dije que yo era más de Wimbledon que de Roland Garros. Más de hierba que de tierra batida. Pero ella ya había sacado la primera bola sin avisar.

“Toma!!!!!!!!!! Uno a cero”

La segunda se la devolví, y al intentar contrarrestarme dio un raquetazo al aire mientras la bola caía mansamente a sus pies.

“Fuera!!! Dos a cero. Vamos "Rafa"..qué te pasa???”

Le pregunté si trabajaba para el Comité de Apelación de la “Federación Española de Palas en Playa” o si podía pedir el ojo de halcón. Pero se ve que ella estaba más pendiente de ganar el Grand Slam porque sin rechistar volvió a poner la pelota en juego.

“Toma saque!!! Tres a cero.”

Le propuse dejarlo dada su superioridad. Le dije que sin jueces de silla yo no soy nadie.
Eso, y que con tanto deporte de élite me estaba entrando un hambre canina.

Durante el tiempo que tardé en encontrar la neverita salivé tanto o más que con el top less de la del bikini plateado.
Me apetecía una cerveza bien fría y un buen bocata. De tortilla de patata con el pan reblandecido.
Como esos que me hacía mi madre para las excursiones del colegio.
O mejor, de jamón con bien de aceite y su pan con tomate.

Al dar con la comida se me cayeron los huevos al suelo con el menú de autor.

Plato único: trocitos de sandía en tuper .
Para beber, té helado.

Café, copa y puro.

A ver si me aclaro.
O sea, anoche te metes entre pecho y espalda una de bravas, una de chistorra, dos de fuet y la tapa especial de huevo del Abanico…
Te pones como las grecas de chocos y cerveza
Y hoy picas sandía??
Pero no era yo el de la dieta???

Me lancé al cuello del siguiente moro que nos ofreció “serveza-biar”

“Un-iuro, amico”

Algo es algo. Si llega a venderme un kebab en ese momento le consigo los papeles.

Traté de dormir algo de siesta para olvidar el hambre. Cerré fuerte los ojos y pensé en la del bañador plateado a ver si había más suerte en el sueño.

A las primeras de cambio la risa de mi novia me despertó. De cuclillas a su lado, un croissant encorsetado en rojo junto a una tabla de surf secaba sus tatuajes al sol mientras tonteaba con ella.

Estoy seguro de que no había cogido una ola en su vida.
Si le llego a ofrecer mi colchoneta seguro que es incapaz de aguantarse de pie, pero el tío se paseaba por la playa como si fuese Mich Buchanan en Tampa Bay.
Inflao.

Por la conversación daba la sensación de que habían ido juntos a clase. Por la conversación lo que era seguro es que el croissant tenía los alcances justitos para pasar la tarde.



Se fueron a jugar un rato a las palas, y mi novia no paraba de reirse.
Ya no hacía falta ojo de halcón, teníamos al buitre de rapiña.

Ajeno a miradas inquisidoras pude centrar mi atención en la del bikini plateado.
Allí sola, tumbada a merced de la brisa mediterránea, daban ganas de ponerle crema hasta por la toalla.
Todo un espectáculo.

Llevaría ya un buen rato desnudándola con la mirada cuando de repente se le acercó un tio cachas. Tenía el cuerpo lleno de tatuajes y un bañador rojo.
Bajo el brazo, una tabla de surf.
La besó mientras se levantaba, le agarró la mano y juntos comenzaron a pasear por la orilla.

Me río yo de la belleza interior.

En ese mismo momento mi novia dejaba las palas y se tumbaba al sol.
Su versión más inocente me ofreció un masajito.

- " Te pongo un poco de crema, cuqui?"

Respondí con todo el tacto que pude.

“Mejor nos piramos. Bastante me he quemado ya”

miércoles, 19 de mayo de 2010

Camarero..!!


Al otro lado de la puerta, el mundo de los mayores no se detiene. Con sus crisis, sus paros, sus prevaricaciones y todas esas palabrotas que los niños no entendemos, el tiempo ejerce su dictadura implacable.
Tic, tac.
Tic, tac.

Aquí en el vestuario, el reloj ha puesto las agujas en punto muerto.
El 1 a 3 del marcador apenas se ve, porque ya no importa.
Una ducha mal apagada aún gotea por última vez, como negándose a poner fin a todo esto. Devolviendo el eco de los que cada tarde alteraban a “la loba de Shakira” con “cuatro paquetes de sal”.

Bajo los bancos un bote de champú vacío, un calcetín desparejado y una camiseta sin dueño.
Sobre los bancos el botiquín, las fichas y los recuerdos.
Muchos recuerdos.
Uno por percha.

En aquel amistoso tímido de Cornellá nos conocimos. Recelosos.

El Marca no lo nombró, pero todos vibramos con vuestro primer triunfo al Hristo.
En Vilanova presentasteis vuestra acreditación y ante Jabac, Vendrell y Odena lo dejasteis claro:

“Señores, somos un equipo”

Nadie os creyó, pero en el Prat inflasteis de orgullo el pecho.
Al otro lado de la línea de cal nos emocionasteis a todos.

El mundo de los mayores se os quiso echar encima, pero ahí abajo mandó la fe.
Cuanto más llovía, más remabais. Y contra el Vilanova disteis una lección.
Os licenciasteis.

Desde aquella mañana ese mundo de los mayores, el de la lógica y los resultados, es algo más justo.

Nadie os pidió autógrafos, pero firmasteis vuestros principios en Vendrell.
Calafell, Esparreguera y Vilafranca os vieron pasar de lejos.
Y en San Mauro quisisteis homenajear a vuestros incondicionales.
Cum laude.

Desde aquel amistoso en Cornellá han pasado muchos rondos y calentamientos. Muchos abrazos, y cucarachas. Muchas broncas y algún que otro gol.
Muchos “Te has quedado solo”, muchos “puchi puchi”.

Por todo eso, por los recuerdos que nadie nos podrá quitar, por esas cosas que no se pueden tocar pero que te ponen los pelos de punta, muchísimas gracias.

Desde fuera hemos intentado enseñaros a disfrutar de lo que hacíais. Que aprendierais a fallar.
Ganar en equipo. Perder en equipo.
Con vuestras duchas nos moríamos de risa.
Cuando vosotros llorábais por fuera, nosotros lo hacíamos por dentro.

Si habéis aprendido la mitad que nosotros, si habéis disfrutado una pequeña parte, todo eso habrá valido la pena.

No seréis los líderes, pero sois unos campeones.
No levantaréis ninguna champions, pero este año nos habéis ganado.
No jugaréis como el Barça, pero sois un grupo inigualable.
No seréis los más buenos, pero sois los mejores.

Con todo recogido, es hora de apagar las luces.
El mundo de los mayores espera ahí fuera. A lo lejos aún se oye el incesante goteo de la ducha.
Si me detengo a escuchar aún parece que quiera decir:

Camarero…!!

No olvidéis ese niño que hoy sois. No consintáis que os cambien nunca

miércoles, 12 de mayo de 2010

No estaba muerto



Perdón por el retraso, pero no estaba muerto.

Sólo que la luz de la patrulla nos cegó por completo.
La bandera de España en la puerta del conductor, el tricornio, el mostacho..
Ya se sabe. La benemérita siempre ha sido de símbolos.

Me encomendé a Luis Roldán, a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado y al de Pim, Pam, Toma Lacasitos!!

Cuanto más me acercaba al control, más me sudaban las manos.

Estábamos muertos.
Pero muertos de miedo, acojonaos.

Pasamos en primera, casi “de puntillas”.
Con esa cara de bueno que acostumbrábamos a poner de niños, cuando nos pillaban copiando en la escuela.

Al mirar por el retrovisor y ver que el del tricornio no nos decía nada recuperé el pulso.
Villa recuperó el color.

Veinte metros más adelante, el cartel de acampada nos indicó el camino.
En medio de la carretera, Dani y su sombrero de paja nos dieron la bienvenida.
A su lado, Rafa y un bombín rosa mezcla de Sabina y “hello kitty” nos lo confirmaron.

Estábamos en el Viñarock.

Después de seiscientos kilómetros a lomos de una cafetera Baleno.
Después de cinco peajes y un bocadillo de longaniza.
Después de varios amagos de infarto del coche, Villa y yo llegábamos a nuestro destino.
Parecía mentira pero ya estábamos todos.

Para quien no lo sepa, el Viñarock es un festival anual de música nacional celebrado en Albacete. Un punto de encuentro, un crisol de tradiciones.
Un foro de juventudes donde se acostumbran a realizar actividades culturales típicas de la piel de toro.

Fumar y beber.

Aquello es como si estuvieras en un Decathlon al aire libre.
Siendo precisos, en la zona de deportes de montaña patrocinada por Quechua.
Sólo que en el Decathlon hay comerciales y aquí, camellos.

Sobre la explanada de Villarobledo, sólo rigen dos normas:

1- Es tu deber gritar cuando pase el tren, sea la hora que sea
2- Es tu deber mear en la calle

Se recomienda llevar sombrero, pero no es obligatorio.
Si llevas un perro te dan entrada gratis. Si llevas un perro y una flauta, entrada y consumición.


La zona de acampada se convierte en un mercado de abastos.
Sólo que en vez de lechugas se venden cogollos. En lugar de champiñones, setas.
Y manteca, mucha manteca.
Manteca que no falte.

La primera vez que nos ofrecieron marihuana nos llamó la atención la osadía.
Cuando a lo lejos escuchamos a otro por megáfono ofreciendo pastillas nos hizo gracia.
Pero al ver una tienda de campaña con un cartel publicitario, tiramos una foto.

“HAY SETAS Y COCA”
Con dos huevos.

Estábamos muertos.
Pero muertos de risa.

Todo vale.
Y no sólo dentro del recinto la gente trata de sacar tajada.
En el pueblo, los lugareños tratan de hacer el Agosto vendiendo hasta a su suegra si algún punky la quiere.

El carnicero sustituye en sus cámaras los solomillos por litronas.
La librera calza con algún best seller la plancha de freir chistorras y lomo para que no cojee.
El boticario reparte de todo menos termalgines.
Lo dicho, todo vale.

El jueves no había conciertos, pero no pareció importarnos.
A pesar del largo viaje, nos fumamos entera la noche bailando lo que nos echaban y las ganas vencieron al sueño.
Es posible que el ron echara una mano.

“Picaporte…no es que yo me meta ni me importe”
Ya de día, Rosendo nos llevó a acostar.
De vuelta a las tiendas, Villa se empeñaba en despertar a los vecinos.
Dani y Rafa, en su salsa entre tanto perroflauta tal y como se puede observar en la foto.
Y yo mientras tanto, intentando memorizar todo para poder susurrarlo hoy.

A pesar de ser pleno día, nos costó encontrar nuestras tiendas con tanto Quechua.
Es posible que el ron entonces no ayudase tanto.
Pero una vez nos tumbamos en las colchonetas doblamos la oreja.

El tren de las ocho pasó, y los que aún estaban en vela se pusieron a berrear.
Nosotros no.

Estábamos muertos.
Muertos de sueño.

A las dos horas el sol se metía en la tienda y con sus nudillos en nuestras cabezas se empeñaba en despertarnos.

Las duchas no tenían nada que envidiar a los campos de concentración, pero nos supieron a gloria.
Sobrevivimos el Viernes a base de Boca bits, algo de carne, y fuet.
Alguna cerveza también cayó, qué coño.

Toma dieta, toma comida sana, y toma empeño en cenar calabacín cada día.
Toma ir a correr cada día y toma ensalada mixta de primero.

Ya en los conciertos, las medidas de seguridad eran muy estrictas.
Registraban, cacheaban…Se ponían realmente serios.
Sólo te dejaban pasar cuando se aseguraban de que llevas de todo en los bolsillos.
Y si no, te lo conseguían a un módico precio.

Los Suaves, Narco, Ojos de Brujo, Morodo…es posible que no los recuerde todos, más que nada porque tampoco recuerdo exactamente cómo alcanzamos a regresar una vez terminada la noche.

Villa aún mantiene que vimos a Medina Azahara, aunque todo apunta a que no eran ellos.
Aunque bueno, también insiste en que vimos a Queen…

El sábado seguimos la misma rutina. Nos duchamos en algo parecido a los baños de Ana Frank y esta vez incluimos algo de pasta en el menú degustación.
Sofrito mar y montaña de la mano de Rafa y Dani. Nouvelle cuisine
Eso si, la base, los Boca Bits y el fuet.

Entramos en calor con Kutxi, lo perreamos con Gatillazo y con Ska-P lo dimos todísimo.
Con Violadores del Verso movimos la cabeza y con Tonino Carotone, el dedo meñique.
Las raves alternativas nos sirvieron de excusa y nos quedamos en pie a quemar nuestra última noche.


Cuando la vergüenza nos pudo nos dejamos caer rendidos.

Estábamos muertos.
Reventados.

Con seiscientos kilómetros de vuelta en la misma cafetera, el Domingo se presentaba cuando menos desafiante.
La falta de sueño y ese eterno dolor de cabeza no parecían ser buenos compañeros de viaje.

Recogimos lo que pudimos y a las seis horas llegamos sanos y salvos a casa.
Se acabó.

Al marcharnos, un tren recorría las vías del pueblo.
Los supervivientes se desgañitaban.


Hoy se cumplen diez días de aquello. Rafa debe de estar teorizando con los creativos en Barcelona, Villa construyendo su sueño en Málaga y con Dani cuento para el Jueves en Viladecans.
Cada uno por su lado.
Pero aquellos cuatro días juntos fueron grandes.

Y nostros cuatro fuimos grandes.Fuimos eternos.
Por todo eso, mil gracias.

Y a los que no estuvisteis, lo dicho. Perdón por el retraso.
Pero como habéis visto, no estaba muerto.


Estaba de parranda.

miércoles, 21 de abril de 2010

Defcon DOS


Para el pentágono,un estado de agitación global.
Para nosotros, nuestro grupo musical preferido. Los posters de nuestra habitación.
Nuestra filosofía de vida.

Nos sabíamos todas las canciones de memoria.
Teníamos todos sus temas en cassettes vírgenes de esas que antes poblaban las gasolineras. De aquellas regrabables con cinta aislante en los bordes.

Al llegar a la fila nos acojonamos con tanto peludo de luto.
La gente llevaba candados al cuello y pinchos en las muñecas.
Un segurata con pinta de merendar perchas nos cacheó a los dos.
Unos metros más adelante, el primo cachas del de las perchas nos ladró algo y sacamos las entradas.
Ni las miró. Torció el hocico y volvió a ladrar mientras nos dejaba paso.
No podíamos creer que estuviéramos dentro.

Mi primer concierto. Nuestro primer concierto.
Nos mezclamos con la marabunta y empezamos a saltar. Al principio con miedo pero al rato vibrando como los peludos de luto.
Comprobamos que los de los candados no se comían a nadie, siempre que vigiláramos de no tirarles su litrona.
Nos dejamos el alma y la garganta con cada estrofa.
Las estrofas de las cassettes grabadas.
Las de la cinta aislante.

Entre tanto ruido apenas podíamos oirnos, pero tampoco nos importaba en absoluto.
Nos chillábamos al oído sin entendernos.
Cada poco nos mírabamos y nos chocábamos la mano en el aire.
Las miradas destilaban complicidad.
Desde preescolar habíamos compartido infancia y piojos.

Con los ecos del concierto en la cabeza, y las cuerdas vocales en carne viva salimos a meter mano a la noche.
Reimos, bebimos.
Cantamos por la calle.
Fumamos de mentira, sin saber tragar el humo.
Jugamos a ser mayores. Creímos ser eternos.

Al despedirnos nos sentamos en el portal.
Paladeamos los recuerdos del concierto y desempolvamos de la memoria todas las fotos que habíamos retratado juntos desde niños.
Nuestras travesuras en clase, nuestras peleas con las niñas.
Todas aquellas primeras veces.

El sol de la mañana nos traicionó, y acordamos una nueva cita.
“A la misma hora, en el local del concierto.
Dentro de quince años”

Los dos juramos que no fallaríamos.
Nos volvimos a abrazar y nos marchamos.
Quince años.
Al meterme en la cama aún me duraba el vértigo.

De la mano de la adolescencia, nuestros destinos eligieron caminos distintos.
Él estudió ciencias, yo preferí letras.
Su paga se la gastaba en videojuegos, yo en cervezas.
Él se echó una novia.
Yo, una guitarra.

De vez en cuando los solía ver en el parque.
Agarrados de la mano.

Como el niño en la playa.
Que llena el puño de arena y lo aprieta bien fuerte para que no se le escape, sin entender que cuanto más fuerte lo haga más se caerá.
Cuando abra el puño de nuevo no habrá nada.
No se da cuenta de que debe abrir la mano. Dejar los granos de arena a merced del aire.
Los más inestables se caerán,alguno se lo llevará el viento.
Pero la gran mayoría permanecerán siempre. Siempre que él quiera.

Tras la universidad llegaron mis volantazos.
Vitoria, Inglaterra, Barcelona.
No se si huía de mí mismo o simplemente me estaba conociendo.
Eso sí, siempre con la guitarra y la cerveza.

De mi amigo, ni rastro.
Un día alguien me contó que les había visto juntos.
Mirando al frente, como cansados de verse.
Como quien no se tiene ya nada nuevo que decir.
Evidentemente juntos.
Y de la mano.

Quince años más tarde, la edad ha sustituido el acné por canas.
Empezó por cambiarme la voz y terminó por cambiarme la vida.
Las cassetes de cinta aislante cogen polvo en algún cajón perdido.
Aún hoy sería capaz de cantar todas sus letras, pero ya no recuerdo la última vez que hice algo por vez primera.

Con puntualidad británica me presento en el local del concierto.
Hoy es un bar de tendencias.
Cool.
De esos dónde los creativos dejan empañar sus gafas de pasta mientras beben té verde del Nepal.
Inquieto me siento en la barra y cada vez que escucho la puerta el corazón me da un vuelco.

A la segunda caña empiezo a temer que no aparezca.
Los recuerdos se me acumulan con la cuarta.
Con la quinta el camarero me avisa que cerrará en cinco minutos.

No viniste.
Recojo mi guitarra y me doy prisa en salir.
Como queriendo dejar atrás con el portazo los recuerdos, la infancia.
Todas aquellas primeras veces.

Afuera una pareja de adolescentes se cenan la oscuridad a besos.
Una sirena de policía altera en las calles la tregua que brinda la noche.
Saco las manos de los bolsillos y comienzo a andar sin rumbo.
Impaciente.
No quiero llegar tarde a mi vida.

miércoles, 7 de abril de 2010

La teoría del café


"Y comieron perdices"

Vaya chorrada.
Llamadme desconfiado pero no me lo creo.
Ya es casualidad que todos los cuentos terminen igual.
Tanto príncipe azul, tanta carroza y tanto zapatito de cristal, y luego más de una se pasa la vida buscando a su jinete rubio sin éxito.
Besando ranas.

Todo por vivir en la más absoluta ignorancia.
Por no conocer la teoría del café.
A saber:

Un repaso por delante y un vistazo por detrás son más que fiables criterios para que un hombre conozca a una mujer.
Para que reúna toda la información que de ella necesita.

Sin embargo una mujer necesita saber sus gustos, sus aficiones.
Su canción favorita y su cuenta corriente.
Si Sagitario es compatible con Aries.

Es ahí dónde las mujeres cometéis el error. Donde tropezáis una y otra vez.
Ahí radica la causa de vuestros desvelos, llantos y escenitas delante de sus amigos.

A ti, mujer ibérica, antes de entregar tu flor necesitas conocer bien al candidato.
Es propio de tu raza, lo demanda tu sangre.
No te basta con sentirte físicamente atraída por él.
No es suficiente con que sea joven, blanco, europeo y fértil.
No señor.

Necesitas algo más.
Un aval. Una garantía de que estás compartiendo tu tesoro escondido con alguien digno de ti.
La sensibilidad de Jesús Vázquez, la belleza de Brad Pitt, y la cartera de Paquirrín.
De George Clooney, solo su cafetera que el cerdo viene de serie.
Eso sí, el tamaño no importa.

Sin embargo para el hombre la regla es sencilla y universal.

“Si pesa más que un pollo, me la follo”

El tamaño a nosotros tampoco nos importa.
Con la diferencia de que nosotros lo decimos de verdad.

De modo que ante la primera cita, como buena mujer ibérica, en tu afán por conocer los méritos del candidato, cometes el primero de tus errores históricos.

- “Vamos a tomar algo?”

Gran cagada, señoritas.

Perfume en el escote.
Vaqueros ceñidísimos y ropa interior de guerra.
Limpia, por supuesto.
En el bolso lápiz de labios y pintura para retocar.
Otro par de pendientes y un colgante a juego.
Por si acaso.

En cuanto a él, si huele mucho a perfume será señal de que no se ha duchado.
Gallumbos del Mercadona.
En el bolsillo, un par de condones.
También por si acaso.

Él se pedirá una cerveza.
Tú, un café.

Cuando hables te mirará fijamente, absorto.
Con cara de no haber escuchado nada tan interesante desde lo de el hombre en la luna.
Si hay fútbol en la tele dirá que no le apasiona.
Los ojos como platos y la boca entreabierta.
Aunque le hables de las rebajas o de las alergias de tu perra, él será todo oídos.
Eso sí, en cuanto gires la vista te mirará el escote.
Cada uno con sus pruebas.

Cuando quien hable sea él, procurará hacerlo de sentimientos. Mencionará su afiliación a cuatro ONG´s y se inventará la existencia de un hermanito pequeño enfermo.
Es posible que hable de alergias de perro para mostrar simbiosis.
Fotosíntesis, que diría aquel.
Eso sí, en cuanto gires la vista también te mirará el escote.

Todo por una sencilla razón que resume la teoría del café en su primera regla:

"La capacidad de mentir de un hombre es directamente proporcional al tiempo que lleva sin soltar grumo, sin drenar. A más tiempo sin echar el pellejo para atrás, más mentiras."

Es decir, todos tus intentos de conocerle habrán sido en vano. Todo lo que tardes en llevártelo al catre será tiempo perdido.
Mientras entre tú y él haya un café de por medio, te habrá dicho sólo lo que quieres oír.
Te la habrá metido doblada, nunca mejor dicho.
La ley de la supervivencia.

Y lo único que te llevarás de tantas citas inútiles es una tensión arterial de caballo con tanto café cortado.

Si realmente quieres saber si ese chulazo merece la pena, si hay algo más detrás de ese cuerpazo, debes seguir a rajatabla la teoría del café en su segunda regla:

"El único momento en que la mente masculina no pensará en sexo es la media hora posterior al drenaje.
Treinta minutos. Ni uno más"


En resumen: si quieres realmente conocer a un tío por dentro,
cómo piensa, qué siente…lo que tienes que conseguir cuanto antes es que te haga el recado.
La seguidilla. La doble turca.
Que te cubra, coño.

Y justo tras el cubrimiento, cuando haya liberado a la bestia que lleva dentro, entonces será tu momento.
Tendrás media hora por delante para saber lo que te interesa.

Nada de ir al lavabo. No se lo consientas.
Ni cigarrito de después ni hostias.

En esa media hora el hombre no pensará en hincarte el cuerno. Aprovéchalo.
Será un tiempo de reposo, de paz interior. Su mente estará diáfana.
preclara.
Y no se moverá por instintos animales. Será él mismo.
Tal cual.

Déjate de besitos y abrazos, de dedos traviesos entre su cabello y caricias en la espalda.
Tienes un objetivo y el tiempo es limitado.

Preguntas claras. Respuestas claras.
Pim pam.Sin tregua.

Y si te convence, pues a repetir.
Que hay mucho que conocerse y la vida son cuatro días.

Y si no, que se vaya a tomar un café.
O mejor, que se vaya a comer perdices.
Pero en calabaza y con Cenicienta.

martes, 16 de marzo de 2010

Habitación 341


Tuve que marcharme para conocerme.
Arrugar mis recuerdos en el equipaje de mano.
Facturar mi memoria en clase turista.
Dejar mi sombra atrás.

En mi maleta sólo lo imprescindible:
Un pasaporte a mi vida, un pequeño puñado de grandes sueños.
Mucha ilusión y muchos nervios.
Tres cartones de tabaco.
Y miedo, mucho miedo.
Miedo irracional, pánico de funambulista.

Tuve que marcharme para inventarme.
Para poder mirarme a los ojos en el espejo. Para alcanzar a verme reflejado en él.
Para garabatear mi historia, para refugiar entre algodones mi pasado y zurcir los acordes de mi futuro.
Para bordarlos.
Para bautizar sin agua cada uno de mis días.
Con mi nombre y sus apellidos.

Tuve que marcharme para aprender a llorar.
En silencio y a escondidas. Con más ganas, pero con menos lágrimas.
Y desde entonces no hay día que no lo haga.

Elegí marcharme.
Tres meses de tregua en mi vida.
Y en la puerta de embarque desvié la vista atrás.
Estaba seguro de que volvería un día.
Lo que nunca imaginé es que sólo lo haría de visita.
De cuando en vez.
Ella debía suponerlo porque me rodeó fuerte con sus brazos, como queriendo tatuarse en su piel mi recuerdo.

Trató de prolongarlo, de hacerlo infinito.
Trató de resumir todo lo que me quería en un abrazo de los que detienen el tiempo pero se le empañó la voz.
De repente me soltó y se giró de manera brusca.
Seguramente su orgullo no consentía que su hijo la viera llorar.
Demasiado tarde; sobre mi nuca se deslizaban sus primeras lágrimas.
Aún me costaba respirar cuando subí a bordo.
Con los ojos encharcados no acerté a abrocharme el cinturón.


Tuve que marcharme para aprender a echar de menos.
Y una vez lejos, cada noche empapaba con metáforas las cartas que nunca enviaba.
Y susurraba mis penas a la guitarra y a la soledad.
Y la cerveza disfrazaba de alegría mis canciones.
Y el tabaco en la ventana me devolvía mi propio eco.

Los tres meses se convirtieron en dos años.
Posiblemente los dos años más felices de mi vida. A ratos los más tristes.
Probablemente el tiempo en que más veces tropecé. Sin duda la época en que más veces me levanté.

De aquellos dos años sólo quedan un par de grandes amigos, alguna que otra foto desencuadrada y esta irrefrenable pasión por la cerveza inglesa.
Y una guitarra que apenas recuerdo cómo suena.

Y mi nuca humedecida por sus lágrimas.

Seis años después del abrazo en la puerta de embarque, he regresado una vez más con mi familia.
De visita, como siempre.
Estaciones, maletas, despedidas en el andén.
Sólo que ésta vez es especial.


Esta vez, allá por donde mire se respira inquietud y paracetamol.
Agonía y suero.
Los enfermos interpretan una especie de baile sin compás al son de muletas y goteros.
Los sanos se fuman la impaciencia, miran al suelo en silencio.
Cada vez es más difícil distinguir unos de otros.
La luz emite un zumbido sordo y tintinea, parece que quiera apagarse.
En algunas camillas la vida también tintinea.

Habitación 341
Tercera planta

Cuarenta años sacando lustre al suelo, cuarenta años de paño y escobón cercenan su engranaje.
Cada paso adelante es un paso atrás para ella.
Su rodilla pide clemencia. Más bien rendición.

Tuve que regresar para aprender a sufrir.
Sin mucho éxito.

Nada grave, pero es duro ver padecer a los que quieres.
Ser impotente testigo de la decadencia de los tuyos. Recurrir al silencio cuando las palabras están de más.

Le digo que sea fuerte, que se pondrá bien.
Que volverá a andar como antes lo hacía.
No contesta. Agarra mi mano y la aprieta con vehemencia.
Emocionada

Ahora soy yo el que la abrazo fuerte intentando detener el tiempo. Intentando animarle hasta donde mis palabras no saben.
Intentando disimular que no puedo seguir hablando. Que el estómago en la garganta me ha empañado la mirada. Que seis años más tarde, su hijo sigue sin saber verla sufrir.
Que hoy soy yo el que humedece su nuca.

Quise quedarme allí, cicatrizar las heridas del alma.
Recuperar todos los sentimientos de este tiempo, todos los abrazos con seis años de retraso.
Quise quedarme y llorar.
Pero tuve que marcharme.

martes, 23 de febrero de 2010

Como Dios manda


Seis días bastaron. Seis días nada más.
Al menos eso dice el Antiguo Testamento en su primer libro del Génesis.
En seis días con sus seis noches, el todopoderoso tío de las barbas creó el mundo.

De Lunes a Sábado.

Con sus ríos, con sus pájaros, con sus autopistas de peaje y con sus edificios de Hacienda.
Su Belén Esteban y su Paquirrín.
Un mundo entero en seis días.
Como se enteren los de la Sagrada Familia le contratan.
Y el séptimo, descansó.

Desde entonces, en honor a tamaña gesta, todas las culturas del mundo dedican el domingo a la tradición que dicta el Antiguo Testamento. Esa virtud innata que no se imparte en la escuela pero todo el mundo domina.
Tocarse los huevos.
Los hay que se cogen su mantelito a cuadros y se van al campo a hacer merendolas.
Otros deambulan por la calles con el transistor y los auriculares escuchando la jornada de Liga. Y los que se creen la burrada esa del mundo en seis días se reúnen en la Iglesia.

A mí no me busquéis.

Para mí un domingo perfecto supone levantarme de la cama a la hora de comer para tumbarme en el sofá.
Con manta y pijama de felpa.
De fondo, el documental del lagartijo asiático pone banda sonora a mis sueños
Hasta que me vuelva a entrar hambre.

Mi novia es más flamenca.
Llevaba yo varias semanas insinuándole que me apetecía conocer sitios nuevos, gente diferente, tomar el vermut al mediodía, ir a comer paella…algo tranquilo. Lo que cualquier dominguero que se precie, vaya.

Así que ella, en un alarde de generosidad sin límite, me llevó dónde según su paladar cocinaban las mejores paellas del mundo. Un sitio donde no había ido nunca, y donde tendría la oportunidad de conocer gente nueva y tomar el vermut.

A casa de sus padres.

Cuando subíamos por el ascensor me temblaban las piernas como si el que habría estado los seis días creando el mundo fuese yo.

- “Uy! Qué sorpresa!”

Aunque me duela reconocerlo, he visto tías fingir mucho mejor.
Estaba claro que la madre de mi novia nunca ganaría un Oscar.
La mujer venía de hacerse la permanente, el hombre con el traje-chaqueta de las bodas…Sobre la mesa, un centro de flores del tamaño de un cirio pascual presidía la estancia.
Todo muy casual, oiga.

La presentación con la madre fue más liviana, como para romper el hielo.
Un par de besos entre fogones y las manos que no paraban de sudarme.

Con su padre la cosa cambió.

- “Así que tú eres...”

Los puntos suspensivos le delataron. Sus ojos terminaron la frase en silencio.
El cabronazo que se está cepillando a mi hija, ese mismo.
Como si los pudiese escuchar, vaya.

Un hilo de voz es todo lo que pude sacar.

- “Lucas, soy Lucas. Qué tal?

Me mantuvo varios segundos la mirada.

Conocer a la familia política es como presentarse a una entrevista de trabajo.
Con el agravante de que en la entrevista no estás obligado a comer lo que te pongan, claro.

Vas de estreno y afeitado. Con los zapatos limpios para dar buena imagen, pero sobrio en el estilo.
Casi tirando a rancio para no llamar la atención.
Si no te falla la voz, te preparas un par de puntos fuertes para hablar de tu pasado y dibujas en cuatro pinceladas tus planes de futuro.
Empecé a temer que me hicieran hablar en inglés.

Pero no fue el idioma una barrera, sino el menú.
De niño siempre he aborrecido el bacalao.
Mi madre se empeñaba en prepararlo y yo en montar auténticos esperpentos para no comerlo.

Con argumentos de peso como “Mamá, pica” o el mundialmente conocido “Se me hace bola” trataba de evitarlo.
Pero no colaba.
Más de una tarde regresaba del colegio y lo tenía aún de merienda.

Pues bien, aquella tarde también había bacalao en la paella.
Y para variar, se me estaba haciendo bola.

A base de vasos y vasos de agua, y procurando ocultar la cara de asco, mientras felicitaba a la madre por la receta hice de tripas corazón y terminé mi plato.
Debí de sonar demasiado sincero, porque la madre me hizo repetir.
Orgullosa.

Pensé en rechazarlo educadamente, salir airoso aludiendo a mi dieta.
Una retirada a tiempo es un triunfo, qué coño.
Pero la mirada del padre me hizo replantearme esa posibilidad.
Aún recuerdo esos ojos clavados en mí nuca, observando pacientes que diese cuenta del resto de paella para no defraudar a su mujer..

Pedí otra botella de agua y cerré los ojos.
Lo hice por mi novia, por Arguiñano, por el Bulli. Por todos los niños que aún se encuentran a la noche el bacalao de la comida.
Vaso, tenedor, trago…vaso, tenedor, trago…
Por eso y por evitar la mirada de mi suegro.

Al llegar la sobremesa, a punto de firmar mi rendición, la hospitalidad de la madre me ofreció una tregua.
En la mano derecha, una bandeja con los cafés y la leche.
En la izquierda, un álbum de fotos del tamaño del Vademécum.
Un monográfico de mi novia, un reportaje digno del Hola en la boda de la mismísima Belén Esteban.

-“Aquí la niña encima del tobogán...”
-“Aquí la niña debajo del tobogán...”
-“Aquí la niña con tres añitos…”
-“Con tres añitos y medio…”
-“Con cuatro añitos”

Antes de Navidad cumplió veintitrés el angelito, así que echad cuentas.
Tras aguantar estoicamente hasta la última página, agarré la mano suavemente a mi novia y nos despedimos.
De nuevo la mirada fulminante del padre me escarchó la sangre. Inmediatamente solté la mano de su hija.
Por si acaso.

En el ascensor, por fin fuera del territorio comanche, mi corazón retomó pulsaciones humanas. Mis piernas dejaron de flaquear.

Mi novia dice que les he caído muy bien, que lo nota.
La intuición nunca ha sido lo suyo.

Aún noto el bacalao inundado de agua en mi estómago.

Ya en casa me dejo caer en el sofá. No hay mantita, ni documental, ni pijama de felpa.
En la tele la comadreja se come al lagartijo asiático.
Mi novia se tumba a mi lado y solicita su cuota de amor, pero a mi me resulta imposible.
Cada vez que le miro a la cara veo en sus ojos la inquisidora mirada de su padre.
Si cierro los míos aún puedo escuchar su voz:

- “Así que tú eres…”

Ni cuota ni leches; con su padre en mi cabeza no hay humano capaz de zurcir el amor.
Me busca con caricias, con besos...pero chico, que no.
Que no hay manera.
Me resulta inevitable no ver la mirada de su padre.
Una semana más tarde, aún he sido incapaz de conciliar el sueño.Paellas gigantes y miradas heladoras protagonizan mis pesadillas.

Hoy domingo, mi novia me ha propuesto volver a comer con mis padres.
Intentando inventar una excusa, en la Biblia he encontrado la salvación.

“Deberíamos ir a misa. El domingo es el día del Señor”
El septimo día descansaré.
Como Dios manda

miércoles, 10 de febrero de 2010

Realidad virtual


En el barrio donde crecí, en la época en que no existía Internet y los yogures no eran de sabores, no nos hacía falta el móvil para quedar.
Según veníamos del cole dejábamos la mochila en cualquier rincón de casa y bajábamos a la calle. Si eras el primero te hacías la ronda de timbres y en un tris se juntaba toda la muchachada en el parque.

Pasábamos las horas construyendo inexpugnables casetas, asaltando trincheras enemigas.
Cada tarde se jugaba una final del Mundial de fútbol.
Y cuando no había balón, se combatía el mal siendo polis o cacos.
Una pelota en la derecha y en la izquierda el bocata de Nocilla.
Con su papel albal.
Súmale unos cuantos amigos del barrio y ya teníamos el plan perfecto.
Un par de jerseys bastaban para forjar la portería más firme.
Y para la caseta, cualquier madera de obra valía como refugio.

Si nos aburríamos, robábamos chicles en la panadería.

No recuerdo tener un solo pantalón vaquero entero. Los remiendos y las rodilleras eran parte fundamental de nuestra imagen, y motivo de orgullo ante nuestra clase.
Heridas de guerra, muescas en la culata.

Las finales de la Copa del Mundo no tenían árbitro. Se terminaban cuando alguna de nuestras madres nos llamaba a cenar desde el balcón.
No valía trallonazo.
Penalti contra gol, siempre era gol.

Sólo cuando el eco de alguna madre retumbaba en la plazuela, los cacos desvelaban sus escondites y los polis se retiraban.
Nos chocábamos la mano y tan amigos.
Hasta el día siguiente. Hasta la próxima final de Mundial. Hasta la próxima emboscada.
Eran días en blanco y negro.

Con el tiempo, la evolución ha dejado paso a la ciencia.
Los bancos del parque ya no son porterías, son bancos para sentarse.
Las farolas son farolas.

En plena era de la comunicación, el hombre se convierte en un animal social.
El mundo es un tablero global y el móvil se convierte en aparato imprescindible para no quedar fuera de juego.
Quien se siente solo es porque quiere.

En tu agenda del Nokia tienes doscientos contactos, todos con su foto y con su e-mail.
Ciento noventa y ocho no utilizas apenas y el otro es el del buzón de voz, porque nunca te va bien contestar.
Y el que falta? El que falta es el número de tu móvil del trabajo.
Claro, con un solo teléfono no es suficiente.


A pesar de tus doscientos contactos llegas a casa y no llamas a nadie. Tampoco tienes nada especial que decir.
Igualmente nadie te llama, aunque tampoco lo esperas y casi lo prefieres.
Ya lo dice el anuncio. Nokia, connecting people.
Enciendes tu Playstation y te dispones a jugar online al último videojuego de fútbol.
Fútbol online. Lo ultimo en entretenimiento e interacción.
The World is watching!!

Aquí también se suelen jugar finales de la Copa del Mundo cada tarde. Sólo que las porterías no se hacen con jerséis; éstas son “de verdad”.
Esto sí que es fútbol, y no las pachangas de mi barrio.

En tu correo personal ves seis mensajes nuevos.
La típica cadena que si rompes te pasará una desgracia, el niño con cuatro orejas que pide un céntimo para su operación, el duende de la suerte…más de lo mismo.
La última es de un viejo amigo que se marchó a estudiar fuera. Dice que te echa de menos.
La abres esperando ver alguna foto, pero cuando compruebas que sólo es texto y añoranza lo borras.
Siempre fue un poco moñas el tío.

Ante tal panorama pruebas un Chat, e inmediatamente las conversaciones comienzan a echar humo. Eres un tío tan sociable que según te conectas tienes cuatro o cinco ventanas abiertas.
Y que luego digan que no te gusta leer!!
Gatita69 te envía un privado proponiendo guarradas.
Qué digo sociable. Eres la hostia.

Entre colegas en el Messenger y privados del Chat, eres capaz de mantener sin perder el hilo cuatro o cinco conversaciones a la vez.
Mientras descargas ilegalmente la última de Tarantino, Gatita69 insiste en lo de las guarradas.
Seguro que está tremenda.

Con todo y con eso, tu grado de sociabilidad es superlativo y el Chat se te antoja poco ante tu necesidad de información, así que te lanzas de cabeza al facebook.

Chipicientos amigos más dispuestos a saber de ti.
A saber “Qué estás pensando”
Te plantas frente al espejo y te tiras un par de fotos posando desafiante.
Una mezcla entre seductor y canalla.
Mordiendo carrillo.
Las cuelgas y escribes algún comentario cachondo.
Incluyes un “Me gusta” para realzar.

Si te aburres ya no robas chicles, abres galletitas de la fortuna.

Mientras etiquetas a un colega en otro álbum encuentras un grupo gracioso.
“Noches sin freno, mañanas con ibuprofeno”
Te haces seguidor

En una de éstas a tu madre le da por enchufar a la vez la plancha, la lavadora y la vitrocerámica
Los plomos se funden y se va la luz.
Miras a tu alrededor pero allí no hay nadie.
Ni el colombiano, ni los del Messenger, ni tus chipicientos amigos del Facebook.
Gatita69 ya debe de estar roneándose con otro lobo.
De la galletita de la fortuna no quedan ni las migas.
El zumbido del monitor apagándose es el último recuerdo de todos tus miles de amigos.

Y entonces el silencio te da una hostia de cinco megas.
Nada de realidad virtual; realidad pura y dura.

Te das cuenta de que estás solo.
Completamente solo.

martes, 2 de febrero de 2010

Deconstruyendo


El rape en su punto, jugoso pero tierno al paladar. El chorrito de jerez y la nuez moscada le daban un toque especial al plato. Para beber, tintorro. Que sube antes.

Una vela en mitad de la mesa aportaba misticismo a mi pisito de soltero. Por primera vez desde la visita de mis padres, había hecho la cama.

El aroma a pescado fresco impregnaba la casa. Escondí las revistas porno en el cuarto de invitados y sustituí las fotos de mi ex por orquídeas y azucenas.
Se le iban a caer las bragas al suelo!!

Quedaban aún quince minutos para que llegara, así que me puse una copita para animarme.
Una hora y tres lingotazos más tarde, sonó el timbre de la puerta.
Me empezaron a sudar las manos al comprobar por la mirilla que se había puesto la minifalda. Tenía pinta de quedar de cine sobre el parquet de mi cuarto.

Abrí la puerta y esperé a que me diera ella el beso. En las primeras citas nunca se sabe si habrá pico o cobra.
La minifalda dejaba entrever unas piernas estilizadas, la media melena se rebelaba en forma de bucle contra la gravedad a la altura de unos hombros descubiertos. Sus ojos eran enormes, tan negros que era incapaz de retirar mi mirada de ellos.
Bueno, por eso y porque tenía unas tetas de miedo.

- “Nos vamos?”

A tomar por culo. Pero si habíamos dicho de cenar en casa!!
Le dije que el rape lo había pescado con mis propias manos, que el vino era traído de Burdeos uva a uva y que las orquídeas daban buena suerte.
Lo de que quería metérsela hasta por el bolsillo lo pasé por encima, pero estaba cantado.

A la niña le apetecía cenar por ahí.
Yo tenía la cena hecha, el postre y la razón.
Pero ella tenía la minifalda.

Comenzamos a andar y la llevé a uno de mis bares fetiche.
El Jabalí.

- “Ponte una caña, jefe”
Ella se pidió un Nestea. Ahí, arriesgando.
De tapa, nos pusieron morros.

Mientras un abuelo en la mesa de al lado cantaba las cuarenta en oros, ella me dijo que prefería cenar en otro sitio.
Blasfemia. Con lo buenos que ponen los morros en el Jabalí!!
Le pedí que esperase a la tapa de chistorra.
Se limitó a coger el bolso y marchar.

Cuatro o cinco manzanas más allá me habló de un restaurante vietnamita “muy chulo”.
Desconfié.
Nunca he entendido porqué a la gente le da por comer en sitios raros.
Cuando estamos en España es muy cool ir a japoneses,árabes, mexicanos…
Sin embargo, en cuantito cruzamos los Pirineos y vemos un “Casa Paco” con su cabeza de toro, su foto de “El Cordobés” y su parejita de flamencos sobre el televisor, allá que vamos.

¿Cuántos vietnamitas, tailandeses, o griegos conoces que den caña y tapa? Si no hay más que ver Callejeros un día para saber que allí sólo comen porquería.
De nuevo la minifalda ejercía su mágico poder.

Las paredes eran de espejo, y los sillones tapizados en piel. De fondo una canción de esos grupos modernos que cantan cansados nos dio la bienvenida.
Cuando pedí una caña y me pusieron posavasos comencé a sospechar. El camarero, un bujarrón de cuidado.

Al mirar los precios en la carta pensé que estaban en moneda vietnamita.
Al ver que aquellas barbaridades eran euros comprendí lo que ella entendía por bar “muy chulo”.

Tardé poco en elegir; lo menos caro.
Pero ella no lo tuvo tan fácil. Estuvo dudando entre el bigotito de langosta con reducción de azmilcle o el capricho de arándanos sobre cama de foie.
Finalmente se decidió por el suspiro de ternera con delicias de queso de cabra.
Lo que viene siendo un McDonalds de toda la vida pero sin ketchup, vaya.

-“Y para beber, los señores?”

Iba a decir “agua natural”, lo juro.
Pero le miré al escote y tartamudeé. Mientras tanto, ella se repasaba la carta de vinos.
Se decantó por un Reserva de Duero del 2001. El más caro para ser exactos.
O sea, que se acababa de tomar un Nestea en el Jabalí y ahora se las daba de enóloga.

- "Afrutado con sabor a madera y vainilla. Suave en boca. Reminiscencias de musgo y uva en la garganta. Gran elección!
La felicito, señorita".

Y el tintorro peleón de mi casa calentándose sobre la encimera.
Con lo que sube eso.

Me empezaba a consumir de hambre cuando dos platos del tamaño de las paelleras de Villariba y Villabajo adornaron nuestra mesa.
Eso sí, casi vacíos.
Un cachito de algo parecido a Delicias Pescanova en el mío y en el suyo una mini hamburguesa con tranchete.
Vinagre de módena caramelizada cubriendo todo el borde, que viste mucho.
Cosas de la « nouvelle cuisine », pensé yo.
Si esto es deconstrucción, no me extraña que Ferrán Adriá haya echado el pestillo.

Con el estómago rugiéndome di cuenta de mis palitos de merluza, le pedí al mariposón que se ahorrase la carta de postres y pagué.
Al soltar los cien eurapios confié en que ella me echara una mano como las buenas parejas modernas.
Olvidé que su minifalda no llevaba bolsillos.
Salimos con prisa, sin propina. Con un poco de suerte tal vez aún llegábamos a la tapa de chistorra en el Jabalí.

Ni por esas. Allí no quedaba ni el de las cuarenta en oros.

- “Y si nos tomamos una copa? Conozco un tropical muy chulo”

Ya empezaba a calar yo los sitios “chulos” que decía ella.

Ni de coña. Por ahí no. Para que me aspen otros veinte mortadelos por un refresco con sabor a piña, en forma de volcán humeante y con nombre de dios egipcio me quedo en casa. Ya puedes llevar la minifalda por el ombligo que no voy.

Le expliqué las virtudes de mi mini bar, y la comodidad del sofá de mi casa.
No le quedó otra opción.

Aún estaba la vela encendida cuando llegamos. El rape al jerez sobre el horno.
Una pinta cojonuda, pero tieso de lo frío que estaba ya.Para tirar a la basura.
Me puse un Ballantine´s y para ella un Martini seco.
Removido, no agitado.

A los pocos minutos se confirmaron mis sospechas: La minifalda efectivamente lucía muchísimo más sobre el parquet de mi cuarto.

A la mañana siguiente me costó despertarme. La minifalda seguía allí.
Ella había dormido del tirón, yo con constantes pesadillas de lo poco que cené.

Al salir de la ducha estaba irresistible. Me encantaba verla con el pelo mojado, sin bucles.
Así tan suelto, las gotas resbalaban rebeldes sobre su espalda desnuda.
Como luchando por acariciarla toda ella.

- “Tengo algo de hambre. Hacemos un vermut?”

Nos vestimos y bajamos a la calle. Debía de estar de buen humor porque al entrar al Jabalí no puso pegas.
El de las cuarenta en oros se estaba tomando un “sol y sombra”.

Dos cinzanos rojos de los de siempre. Con su vaso sucio y con su olivita.
Con el aroma a obrero y a Faria embadurnando el local.
De los que cantan cansado ni rastro. Justo Molinero amenizaba la mañana.
Solo la musiquita de la tragaperras alteraba la paz del Domingo.
En la tele, el teletexto en la página de la quiniela.

- “Algo de comer pareja?”

Debía de tener un hambre que daba calambre, porque se me adelantó para pedir.

- “Ponte un poquito de chistorra, jefe. De la que pique”

Esa mañana, se había puesto vaqueros.

martes, 19 de enero de 2010

La cama wifi


Si en la primera cita con una tía le acompañas a casa eres un caballero.
De los de margarita en el ojal; de los que ya no quedan que diría mi amigo Toni.
Si le acompañas a casa y encima te acuestas con ella, de dandy no tienes un pelo. Sabías lo que buscabas, golfo. Eres un campeón.
Pero ojito, si le acompañas, te acuestas con ella y te quedas a dormir, ni dandy, ni campeón, ni golfo. Eres un calzonazos.
Con todas sus letras, calzonazos.

Si crees que lo del coche mal aparcado está muy trillado ya, si no tienes pinta de panadero que tenga que ir a currar de madrugada, siempre te quedará decir que eres sonámbulo.
Eso acojona. No falla.
O que te da miedo la oscuridad, o que estás con la condicional y has de dormir en el talego. Como si quieres decir que te conviertes en Cenicienta y tu coche en calabaza, cualquier chorrada vale antes que quedarte a sobar.

Dormir con un rollo es pecado pero tiene penitencia. Con borrar su número es suficiente.
Sin embargo pasar de los homenajes en el asiento de atrás a dormir con una pareja es cruzar una línea de no retorno.

Compartir lecho es antinatural, eso está comprobado. Me he tragado toda la serie de Félix Rodríguez de Lafuente, y no me pierdo un capítulo del National Geographic.
Mi favorito es el del perro gorilero.
Es más, incluso en sexto de primaria me llevaron al Parque de Cabárceno con el colegio.
Pues bien, en ningún momento he visto yo a un oso dormir con una osa, ni a un ñu con una ñu, ni a mamá pato ronearse con papá pato.
Hagámosles caso que de esto los animales saben un rato. Para eso se tiran hibernando la mitad del año.

Un buen amigo me ha contado que las primeras veces que duermes con alguien todo es especial. Tu rollete se apoya sobre su costado y tú detrás.
La cucharita.
Apagas la luz y la rodeas con tus brazos. Su pijama es de raso.
La cama se os antoja enorme de tanto abrazaros y el tacto de su piel te provoca escalofríos. El mundo parece detenerse más allá de la ventana.
Su cabello es suave, como de seda albanesa.
Mientras le susurras a la nuca lo mucho que le quieres respiras su aroma. Su pelo, su piel, toda ella huele a vainilla y camomila, a vino envejecido en barrica.
El más mínimo roce acaba en polvo.

Un minuto y medio de amor después, mejor dicho, un minutazo y medio de amor después, mientras recuperas el aliento, con tus dedos dibujas sonetos en su espalda.
El sueño os vence y os entregáis a los caprichos de Morfeo. Un sobresalto te despierta en mitad de la noche. La contemplas embelesado mientras duerme y disfrutas escuchándole respirar. La mañana os sorprende indiscreta con su cabeza sobre tu pecho. Se siente protegida.

-“Buenos días, cuqui”

-“Buenos días, amapola mía”

Un par de besitos con los ojos cerrados y otra vez al lío. Dos minutazos esta vez, estás hecho un toro!

Mi amigo está irreconocible.

Uno de los motivos por los que no se debe dormir con rollos y follamigos es el lugar del delito. Su propio nombre lo indica. Cama de Matrimonio.
Si le llaman así por algo será. Ma-tri-mo-nio. Com-pro-mi-so. A-ma-po-la. Cualquier explicación está de más. Si la llamasen “cama de rollete de viernes noche que-si-te-he-visto-no-me-acuerdo”, la cosa cambiaría.
Pero no es el caso, eso aún está por inventar. Si un día la sacan al mercado, digo yo que debería ser algo así como un colchón con ruedas dividido en dos mitades, que por vía satélite, bluetooth o internet esté conectado a la programación de la tele.
Una cama wifi, vaya.

De manera que cuando den un partido de fútbol, una peli de Stallone, Gran Hermano o Sálvame, automáticamente separe ambas mitades. Que sólo se junte a petición expresa de los dos, y nunca dure más de cinco minutos unido.
Mejor dicho, cinco minutazos.
Y cinco tirando por lo alto por si un día te sientes flamenco.
En cuanto acabe de escribir me bajo a patentarlo.
Cama wifi; suena bien.

Según mi amigo, a medida que se va consolidando la relación, una vez pasada la fase de comer con los suegros, su pijama de raso se sustituye por una camiseta gigante de propaganda.
“Maquinaria Alberto. La solución para su huerto”
De esas gastadas por el tiempo que les llegan por los muslos.
Con la cara de naranjito o de Cobi. Pero siempre de propaganda.
La mascarilla antiarrugas y una rodaja de pepino en cada ojo no dejan lugar a la imaginación. El morbo ha debido guardarlo con el pijama de raso.
En el cajón.
Apagas la luz que mañana hay que madrugar, pero a la niña le apetece leer. Se ve que el especial sobre Cayetano del Diez Minutos es más importante. Culta que ha salido ella, oiga.
Una vez satisfecho su afán por la lectura, os entregáis al amor casi por casualidad.
Comunión semanal.
Un minutazo y cincuenta y nueve segundos después, con la satisfacción del deber cumplido, te das media vuelta con ganas de descansar.
Pasas de camomila, de vainilla y de vino envejecido.
Entonces ella reclama su cuota:

“Hazme mimos”

Su pelo huele a tabaco y los sonetos ya ni riman. La seda ni albanesa ni de Móstoles. Ni siquiera seda.
Eso sí, sigues sintiendo escalofríos, pero esta vez por su manía de tirar del edredón.
Salvas los muebles acariciando mecánicamente su espalda. No respira, ronca.
Tras una noche de pelea por la funda nórdica, llega la hora de despertarse.

- “ Levántate, anda”

Ya no quedan amapolas para mi amigo.

Así que esto va para vosotros. Amigos de sangre, compartidores de piso con colegas, estrenadores de picaderos. En definitiva, emancipados todos y emancipadas todas.
Si no os gusta llamar “amapola” a vuestra pareja o si tenéis alergia a la camomila. Si no sois de “hacer mimos”, os la pela el “Qué me Dices” y vuestro record es de minuto y cincuenta y nueve (de minutazo y cincuenta y nueve, qué coño) lo tenéis jodido.
Mientras no inventen la cama wifi, si aún estáis a tiempo no bajéis la guardia.
Mi amigo me ha contado que la decadencia es progresiva. Que el día menos pensado ni vainilla, ni camomila, ni pepino en los ojos.
Ni arrumacos, ni pelea por el nórdico.
Así que yo de vosotros, si ya habéis cruzado la “línea de no retorno”, me iría buscando en el IKEA el sofá más cómodo que tengan, que la vida en pareja es larga.Y las noches más.
Tomadlo como un consejo.
Como un consejo de amigo

martes, 12 de enero de 2010

Prêt-à-porter de mercadillo


El paro sube, el IPC sale negativo y las bolsas se desploman.
Cada vez que me encuentro a la Puri del entresuelo, me pega la barrila con lo mismo:
“Ay, joven! Con las pesetas esto no pasaba”

El precio del barril Brent se dispara y el índice Nikei se desploma. Los sueldos se contraen y CR9 se lesiona.
Belén Esteban da las campanadas en plan estrella mediática desde la puerta del Sol.
Está claro que algo va mal en este país.

Las manifestaciones se suceden y las amas de casa lloran sus miserias en cualquier programa de sobremesa. No hay Dios que te invite a un café porque “la cosa está mu achuchá”.
Ana Rosa abre el programa cada mañana desde un hogar donde ocho mellizos huerfanitos lloran desconsoladamente de hambre.
Arturo y su delfín son expulsados de Gran Hermano.
Ya es oficial, estamos en crisis.

Pues bien, me podéis decir misa.
Mucha crisis y mucho hambre, pero el Sábado salí a comprarme unas zapatillas y allí me las encontré a todas.
A la Puri con sus pesetas, a la madre de los ocho mellizos huérfanitos, a Ana Rosa y a la vendedora de los barriles Brent esos.
Todas, todas. No faltaba ninguna.
Bueno, una sí. Belén Esteban, que estaría en algún Sálvame.

Pero,¿entonces? ¿A qué se debía tanta histeria?¿Qué había sido de la crisis? ¿Regalaban billetes con la mortadela de olivas? ¿Acaso el Ministerio le había hecho caso a Puri y a sus pesetas?
El cártel de 10 metros a la entrada del centro comercial me dio la explicación:
“Hoy, Rebajas”

A menudo sin faltar a la verdad, a los hombres nos tachan de primitivos, básicos, garrulos y previsibles.
Pero tratándose de rebajas, amigo, el catetismo no entiende de sexo.
En cuanto las mujeres ven la palabra “descuento” a través de una cristalera se impone la teoría del caos.
Se abre la veda y se desatan las más bajas pasiones. Bujarrón el último.
O mejor, tortillera la última.

Las rebajas son para las mujeres lo que el mundial de fútbol para los hombres. El evento del siglo, un acontecimiento incomprensible para el sexo opuesto, que llevan demasiado tiempo esperando y se termina en mes y medio.

Las tiendas se llenan de mujeres revolviendo montones de ropa, y de acompañantes sujetando chaquetones mirando “destrangis” los culos de las dependientas. Las prendas se acumulan en el suelo formando montañas multicolor como si acabara de pasar el ejército de Pancho Villa.
El Bershka parece el Sonar.
De puertas adentro, todo vale. La ley del más fuerte se impone y aquello se convierte en una batalla campal.
Las más jóvenes se esconden prendas entre las tetas. Dos ancianas se juegan su dentadura en un duelo a muerte mientras agarran un jersey, una de cada manga.
Si al menos las embadurnaran en barro…

En estas circunstancias las paradojas son infinitas. A saber:
En casa un día esporádico se te cae por descuido un calcetín y arde Troya.
Defcon Uno.Sodoma y Gomera, que diría aquel.
El éspiritu de la Pasionaria sale a relucir. Bibiana Aido, Karmele Marchante y cien años de feminismo se te echan encima sobre tu calcetín y tú:

-“¿Te piensas que soy una chacha? Que vas dejándolo todo tirado!!”

Sin embargo, en rebajas tu chica se arrodilla sin remilgos frente a un montón de ropa tirado sobre el suelo; lo revuelve, mete la mano hasta el fondo y coge dos o tres prendas aparentemente al azar. Te las cuelga sobre el brazo sin decir ni “Ahí te pudras” y se lanza de cabeza al siguiente montón.

Mientras tú te preguntas cómo coño se pondrá eso tan raro que ha cogido vais al probador.
Y antes de entrar, sin motivo aparente te coge dos o tres trapos de los que llevas colgado y los suelta por ahí, al buen tun tun.
Ya no le gustan.
¿Qué proceso mental le ha llevado a decidir eso? Un día Iker Jiménez le dedicará un programa a este fenómeno.

En el probador ya es el descojono. Ella se mete y se va probando cosas. Se mira al espejo una, dos ..hasta diez veces de perfil, cadera, de culo…Divina.
Entretanto tú haces lo propio con las dos chavalitas que doblan ropa a la entrada. Aprovechando que nadie te ve las miras una, dos…hasta diez veces de perfil, de cadera…De repente, desde el otro lado de la puerta..

- “ ¿Cuál me queda mejor, cariño?”

Te acaban de pillar en fuera de juego y has de reaccionar rápido. No sirve cualquier respuesta.
Existe una tendencia natural a soltar chorradas del estilo
“me da igual”
“los dos te van bien”
“tu siempre estás guapa”

Gran cagada, chavales. Sospecharán de tu indiferencia a la primera.

Aunque no sepas siquiera si se está probando un tanga-faja o un jersey de cuello vuelto,siempre ( y cuando digo siempre es siempre) has de decir con el morro torcido:

- “Mmm, no sé no sé…el otro me gustaba más”

Eso denota atención, entusiasmo. Iniciativa personal al fin y al cabo.
Ellas en realidad no están buscando que les des una opinión porque saben que no tienes criterio alguno.
Huelga decir que alguien que comprende entre sus prendas favoritas el chándal del equipo nunca podrá opinar de moda. Sólo te quieren de público.

- “Cógeme una talla más de este, cari”


Ni loco. Ni se te ocurra meterte ahí. Date una vuelta sin que te vea y dile que no quedan.
Del mismo modo que una tía no puede opinar sobre un fuera de juego dudoso en una tasca de pacharán y farias, un tío jamás podrá meter mano en una pila de ropa en plena temporada de rebajas sin salir lastimado.
Ley de vida.

- “¿Me hace culo?”

Ahórrate el comentario. Guarda la sinceridad para otro día y piensa en Casillas. En Iniesta, en Villa y en la final del Mundial que no quieres que tu novia te boicotee si tú la cagas hoy.
Sonríe y punto. Ya digo que tu opinión es irrelevante.


- “¿Quieres que nos vayamos?”

La pregunta del millón. Has de mantenerte firme pero conciliador.
Estás deseando porque en apenas una hora juega tu equipo un partidazo en Canal Plus. Sabes que es una pregunta trampa, porque en el mejor de los casos irse implica marcharse a la tienda de al lado a empezar de cero. En cualquier otro caso os quedaréis, y encima de morros.
Lo último que quieres es que ella te reviente el partido en casa, así que dile que se tome el tiempo preciso, pero que no olvide que el coche está en zona azul.

Un buen rato después, cuatro tiendas más adelante y cargado de bolsas hasta arriba miro la hora.
Ya debe haber empezado el partido.
Paciencia.

De camino a casa, con el maletero a reventar enciendes la radio del coche. Como quien no quiere la cosa quito su CD de Bisbal y pongo el Carrusell en la Ser.
Cero cero.

“Gooool en La Condominaaa!!!”
“Pepe..un purito!!!”


Ella debe estar contenta porque ni rechista con la elección. Se le ve abstraida; satisfecha.
Suele pasarle a menudo cuando saco mi Visa a pasear, qué cojones.

Según entro por la puerta enciendo la tele. Al menos aún me da tiempo a ver la segunda parte.
Ella respeta mi momento y se vuelve a probar las mil ropas esta vez frente al espejo de casa.

Una, dos, ..diez veces. De perfil, de cadera, de culo.

Justo cuando el árbitro pita un penalti se me pone enfrente con cara de árbitro noruego, justo entre la tele y yo.

-“ Me dijiste que no me hacía culo!!!”

Me ladeo sobre el sofá para intentar ver bien el penalti.

-“No me estás mirando!!”

Me apaga la tele y posa refunfuñando.
Tiene pelotas la cosa. Ahora va a ser mía la culpa de que se compre ropa de quinceañera.
Mi paciencia tiene un límite. Mi ironía no:

“Es normal, llevas comprándote la misma talla desde las Olimpiadas, nena”

Ni penalti, ni prórroga, ni Casillas ni hostias. En un minuto el salón de casa se ha convertido en la pasarela Cibeles, y uno tras otro me trago el pase de modelos con todos los espantajos que se ha comprado. Me vuelvo a acordar de Casillas, Villa ,Iniesta y hasta de la madre de Del Bosque.
Respiro hondo. Todo sea por el Mundial.
Incomprensiblemente lo que en el probador “le iba divino” ahora o bien “le sobra de aquí” o bien“le estira de allá”.
Otro tema a investigar para los amigos de la nave del misterio.
Le intento explicar que un penalti para mí es como un 50% de descuento para ella. Algo irrepetible que no puedes perderte.
Ni por esas.


Al final mi equipo metió el penalti. Lo leí en el teletexto cuando deprimida por su fracaso le dió por el chocolate y me dejó por fin en paz.
Mañana me tocará volver con ella a descambiar todo. A ver si al menos las dependientas son distintas que a las de hoy las tengo ya muy vistas.

Le he intentado convencer de que no hace falta que vaya yo, que no soy objetivo y no entiendo un pijo de moda. Que mi madre aún me compra los gallumbos en el mercadillo y que no distingo un fular de una pasmina. Pero su respuesta ha sido concisa:

“No me vengas con cuentos. Yo prefiero los descuentos”