"Que hablen de mí, aunque sea bien"

miércoles, 13 de abril de 2011

El chocolate espeso

Me gusta el sexo.

Su comunión, su liberación de endorfinas.
Su carga emocional y física…
Que me gusta follar, vaya
O como se diga.



También me gusta decir las cosas claras.
Y ninguna de las dos me lleva por buen camino en esta vida.

Una noche de botellón de esas donde las conversaciones alcanzan un nivel intelectual propio de Eduard Punset, un amigo preguntó al aire:

“Hay algo que os guste más que follar?”

Dudé

“Posiblemente, que me la chupen”
Aún hoy no tengo claro en qué orden los colocaría.

La primera vez que le entregué mi flor a una muchacha llevaba un sarro acumulado de 17 años, 3 meses y 21 días.
Dos operaciones de fimosis y un notable en religión.
Casi ná pal cuerpo
Un minutito y medio después (dile minutito, dile minutazo!!) estaba yo desnucado sobre el asiento trasero de un Ford fiesta, con el eco de mi corazón retumbando en las ventanillas empañadas, sudando como un lagartijo mozambiqueño con la sonrisa del deber bien hecho.
Me sentía tan viril, tan animal, que aunque por aquel entonces no fumaba me encendí un cigarrillo.
Estaba hecho un toro.
A ella también le debió de encantar porque se quedó sin palabras. De satisfacción, supongo. Aún hoy no me explico porqué nunca más respondió a mis llamadas.

Hazañas épicas aparte, desde aquel glorioso día he intentado entender la voluntad de las mujeres, su manera de razonar.
Descubrir su mecanismo de defensa para elaborar mi estrategia de ataque.
Ya entender la movida esa de la regla me resultó confuso, pero cuando me tocó abordar el tema del idioma me dí por vencido.

Cuando yo digo que el cielo es azul, mi mente, mi cuerpo y mis ojos ven que la bóveda aérea que tengo por encima de mi cabeza es del color del mar. El problema nace cuando para muchas decir que el cielo es azul significa que Alfa Centauro se ha alineado con Orión mientras una nube de terciopelo se aleja en el horizonte.

Nada mejor que un ejemplo para explicarlo:

Cuando yo digo “me voy solo a casa porque tengo sueño”, simplemente quiero decir que mi cansancio me impide estar un minuto más allí. Que me dirijo a mi casa a descansar y en principio lo haré con la única compañía de la Luna.
Sin cartón ni trampa.

El asunto se pone turbio cuando es una chica la que dice que se va sola a casa porque tiene sueño. Ahí las opciones se multiplican exponencialmente:

Si es tu novia quien lo pronuncia, lo que te quiere decir es que más te vale que la acompañes, que le den por culo a tus amigos que bastante mamaos van ya y te vayas con ella. Que le des un besito casto en el portal y le hagas una perdida cuando llegues a la tuya.
Todo muy dulce.

Si se trata de cualquiera distinta a tú novia quien te lo dice, el mensaje que te está mandando es que vayas con ella, que según entréis al portal te va a poner contra la pared y te va a hacer el cangrejo ruso.

¿Tan difícil es decir “Vamos a echar un polvo”, hija?

Aunque la ciencia no haya sido capaz aún de demostrarlo, tiene toda la pinta de que el cerebro femenino esté imposibilitado genéticamente para pronunciar la palabra “follar”.
Como la “erre” para el perro de San Roque al que Ramón Rodríguez le cortó el rabo.

Es por eso que yo prefiero decirlo clarito.
Que no queden dudas.
No sea que me haga famoso con esto del blog y las fans caigan en ambigüedades.

Como he dicho al comienzo, a mi me gusta el chocolate espeso.
Y las cosas claras.

A menudo solemos caer en el error de tentar a la pareja con un plan que de antemano sabemos que no es de su agrado.

“Pichoncito, hoy me voy de despedida de soltero con mis amigotes”

A lo que ella responde

“Tú sabrás”

Coño!! Para mí “Tu sabrás” quiere decir que yo sabré.
Que tenga cuidado, que no conduzca si he bebido, que no mezcle garrafón, que no hable con extraños ni coja cosas del suelo…lo típico.
Sin embargo todos sabemos que la realidad es diametralmente opuesta.

Como por casualidad se te ocurra siquiera tomarte una copa en la despedida, como por culpa de alguna foto se entere que la stripper no era ni enana ni gorda, tu novia te jura venganza eterna y se hace la víctima los siguientes quince meses de tu relación. Te toca tirar de Visa y comer paella cada domingo en casa de tu suegro.
Tú sabrás.

No son claras y esperan que nosotros descifremos el jeroglífico egipcio en que han convertido su lenguaje.
Así nos va.

Me viene ahora a la cabeza una ocasión en la que conocí en la discoteca de turno a la chica inocente de turno.
Desplegué mis alas de seducción lo mejor que pude, hice gala de mi sonrisa más ensayada. En definitiva le solté toda mi lírica hasta conseguir que me hiciera algo de caso.
No se si tiene importancia, pero reconozco que algún que otro cubata le invité.

Pues bien, una vez cerraron el garito le propuse acompañarme a casa.

“Tomamos una cerveza en la terraza?”
Tras titubear unos segundos accedió.

Según cruzó el umbral de la puerta cerré con llave y me dirigí al frigorífico, elegí las dos medianas más frías y me senté en la terraza.
Creo que para el segundo sorbo le intenté tocar una teta.

Adios!!
La muchacha puso el grito en el cielo y con sus dos brazos se tapó el pecho como si estuviera desnuda.
Os juro que no podía dar crédito

“De follar ni hablamos entonces?”

A mí tampoco me hizo gracia el chiste.
A ver, te lo voy a explicar clarito, salesiana.
Si ves que te doy coba en el bar, que te invito a que subas a casa, que cierro la puerta con doble llave…
¿en serio piensas que mi objetivo es que degustes la cerveza marca Mercadona de mi nevera?
¿acaso tengo pinta de sommelier de jugos de cebada?
¿en realidad me creíste cuando te decía que lo que más me gustaba de ti era tu sonrisa?

Seamos francos, por favor.
Si digo que el cielo es azul, no me vengas con Alfa Centauro ni nubes de terciopelo en el horizonte.
Salesiana.

Con esto puede dar la sensación de que mujeres y hombres conviven en un entorno irreconciliable.
Antagónico.
En polos opuestos, en el Yin y en el Yan.
Sin embargo, en mi opinión no somos tan distintos.

Tanto unos como otros compartimos una especie de escozor en lo más profundo de nuestras entrañas.
Una especie de irritable picor que no molesta pero sí incomoda.
Un incordio que a menudo nos impide pensar con diáfana clarividencia.
En los tíos se llama ”ganas de follar”.
En las tías ”dignidad”

Utiliza el eufemismo que quieras.
Hacer el amor, hincar el cuerno, soplar la nuca, afilar el pizarrín, culear, hacer la tortuga, echar un polvo, la doble turca...
A mí me gusta follar y no me duelen prendas en reconocerlo.
Una verdadera lástima que, a pesar de haberlo intentado, todavía hoy no alcance a chupármela yo mismo.
Los tíos entenderéis de lo que hablo.