"Que hablen de mí, aunque sea bien"

lunes, 14 de junio de 2010

Cosa de dos







Admirar una puesta de sol has de hacerlo en pareja.
Aporta romanticismo, huele a suspiro.
Es cool.
Tú ves a un tío sentado en una colina abrazado a su pareja mientras contemplan el sol caer y dices:
“Cuánto se quieren”
Tú ves a un tío solo mirando la puesta de sol y piensas:
“El friki ese cualquier día se suicida”

Visitar la torre Eiffel, brindar con cava, jugar un partido de tenis…son innumerables las cosas que has de hacer en pareja si quieres evitar que te tachen de rarito.
Hasta la declaración de la renta sale mejor si es cosa de dos.

Ir a la playa no.

A la playa, igual que a las despedidas y a los funerales, es mucho mejor ir solo.
Para aburrirse con tu chica y tocarle una tetilla ya inventaron el cine y las norias.
A la playa, o vas solo o vas con colegas más feos que tú, que la competencia es dura.

A los hechos me remito:



Según llegamos al sitio vaciamos el maletero y como buena pareja, nos repartimos las cosas.
El pareo y la Cuore para ella. La colchoneta, la silla, la sombrilla y la toalla para el menda.
Compartir es amar.

“¿Dónde nos ponemos?”

Tenía la boca demasiado ocupada sujetando las toallas, así que con la cabeza propuse que allí mismo estaba bien.

“Aquí no, cuqui. Mejor un poco más allá,no?

En primer lugar: Para qué coño me pides opinión…cuqui?
En segundo lugar: Qué coño más dará “un poco más allá”..cuqui?

Una vez tuvo a bien elegir el lugar con la densidad y el pH de la arena idóneos, soltamos las cosas.
Bueno, lo de soltamos es un decir.
En realidad yo solté las cosas y alineé paralelas las toallas.
Ella se puso el pareo.

Según pude sentarme me embadurné en crema para prevenir quemaduras.
Mientras me embalsamaba como un faraón eché un vistazo furtivo y pude ser testigo de su llegada.

Las gafas de sol en la frente, el bikini gris plateado.
A cada paso que daba, el sol se giraba para piropearla.
Su inocente sonrisa denunciaba aún una tierna adolescencia.
Tenía unas tetas de miedo.

Con una gracilidad casi virginal orientó la toalla sobre la arena. Guardó las gafas de sol en el bolso de playa, lo apoyó sobre la toalla y se quitó el vestido.
Echó mano a la parte de arriba del bikini antes de tumbarse.
Mi mente hizo el resto.

“Que se la quite, que se la quite”

Haciendo caso a mis plegarias mentales nos deleitó guardando el sujetador junto a las gafas de sol.
Se ajustó la parte de abajo del bikini.

“Que se lo quite, que se lo quite”

Lo se. Siempre fui un desviado.

Ante tal aparición había olvidado que no estaba solo, que mi vistazo furtivo se había convertido en una babeada en toda regla.

Una primera colleja me devolvió a la realidad.

“Qué, está buena?”

La segunda colleja me confirmó que las mujeres mienten cuando dicen que valoran la sinceridad.

Consideré un chapuzón la mejor opción para calmar los ánimos.
Pero antes de regresar a la toalla mi novia me aguardaba en la orilla con las palas

“Unos toques, Nadal?’”

Le dije que yo era más de Wimbledon que de Roland Garros. Más de hierba que de tierra batida. Pero ella ya había sacado la primera bola sin avisar.

“Toma!!!!!!!!!! Uno a cero”

La segunda se la devolví, y al intentar contrarrestarme dio un raquetazo al aire mientras la bola caía mansamente a sus pies.

“Fuera!!! Dos a cero. Vamos "Rafa"..qué te pasa???”

Le pregunté si trabajaba para el Comité de Apelación de la “Federación Española de Palas en Playa” o si podía pedir el ojo de halcón. Pero se ve que ella estaba más pendiente de ganar el Grand Slam porque sin rechistar volvió a poner la pelota en juego.

“Toma saque!!! Tres a cero.”

Le propuse dejarlo dada su superioridad. Le dije que sin jueces de silla yo no soy nadie.
Eso, y que con tanto deporte de élite me estaba entrando un hambre canina.

Durante el tiempo que tardé en encontrar la neverita salivé tanto o más que con el top less de la del bikini plateado.
Me apetecía una cerveza bien fría y un buen bocata. De tortilla de patata con el pan reblandecido.
Como esos que me hacía mi madre para las excursiones del colegio.
O mejor, de jamón con bien de aceite y su pan con tomate.

Al dar con la comida se me cayeron los huevos al suelo con el menú de autor.

Plato único: trocitos de sandía en tuper .
Para beber, té helado.

Café, copa y puro.

A ver si me aclaro.
O sea, anoche te metes entre pecho y espalda una de bravas, una de chistorra, dos de fuet y la tapa especial de huevo del Abanico…
Te pones como las grecas de chocos y cerveza
Y hoy picas sandía??
Pero no era yo el de la dieta???

Me lancé al cuello del siguiente moro que nos ofreció “serveza-biar”

“Un-iuro, amico”

Algo es algo. Si llega a venderme un kebab en ese momento le consigo los papeles.

Traté de dormir algo de siesta para olvidar el hambre. Cerré fuerte los ojos y pensé en la del bañador plateado a ver si había más suerte en el sueño.

A las primeras de cambio la risa de mi novia me despertó. De cuclillas a su lado, un croissant encorsetado en rojo junto a una tabla de surf secaba sus tatuajes al sol mientras tonteaba con ella.

Estoy seguro de que no había cogido una ola en su vida.
Si le llego a ofrecer mi colchoneta seguro que es incapaz de aguantarse de pie, pero el tío se paseaba por la playa como si fuese Mich Buchanan en Tampa Bay.
Inflao.

Por la conversación daba la sensación de que habían ido juntos a clase. Por la conversación lo que era seguro es que el croissant tenía los alcances justitos para pasar la tarde.



Se fueron a jugar un rato a las palas, y mi novia no paraba de reirse.
Ya no hacía falta ojo de halcón, teníamos al buitre de rapiña.

Ajeno a miradas inquisidoras pude centrar mi atención en la del bikini plateado.
Allí sola, tumbada a merced de la brisa mediterránea, daban ganas de ponerle crema hasta por la toalla.
Todo un espectáculo.

Llevaría ya un buen rato desnudándola con la mirada cuando de repente se le acercó un tio cachas. Tenía el cuerpo lleno de tatuajes y un bañador rojo.
Bajo el brazo, una tabla de surf.
La besó mientras se levantaba, le agarró la mano y juntos comenzaron a pasear por la orilla.

Me río yo de la belleza interior.

En ese mismo momento mi novia dejaba las palas y se tumbaba al sol.
Su versión más inocente me ofreció un masajito.

- " Te pongo un poco de crema, cuqui?"

Respondí con todo el tacto que pude.

“Mejor nos piramos. Bastante me he quemado ya”