"Que hablen de mí, aunque sea bien"

viernes, 23 de septiembre de 2011

Tan joven y tan viejo

No es un lugar de la Mancha, y no tengo problema en acordarme de su nombre.
Cortes para más señas.
Un pequeño pueblo sobre la linde que separa el Cartojal de Málaga y el levante agosteño de Cádiz.
Díficil de recordar en el mapa, imposible de olvidar en la distancia.
Cuando el otoño amenaza aceitunando las hojas caducas de los árboles, al amparo de la noche los ciervos se rinden a las más bajas pasiones en las faldas de sus montañas.
Derrochan virilidad, astillan su cornamenta. Orinan y se revuelcan para marcar su territorio.
Barritan, braman.

Ni rastro de Bambi en la berrea.

Y es en Cortes donde comenzamos nuestra andadura veraniega. También al amparo de la noche.
También de berrea.

Dani. Javi. Lucas.
Los tres jinetes del Apocalipsis opositando para ujiería en el infierno de Dante.
Graduación con honores. Pase VIP.
Acumulamos ojeras a base de verbenas trasnochadas. Alquitranamos nuestra salud con la seguridad de quien se siente jóven.
Éramos invencibles. Fuimos eternos.

Barrenamos la piel de toro y acumulamos sueño en Almería.
Aún con los restos del naufragio enquistándonos la mirada, purgamos nuestros pecados en Cabo de Gata.
Cuenta la leyenda que en Las Negras, cuando el Sol aboceta sus últimas sombras al atardecer, emite un rayo parduzco.
Casi verde.

Inapreciable para quien no esté pendiente, para quien no tenga el sentimiento a flor de piel.
La gente de Las Negras asegura que si alguien es capaz de vislumbrar ese rayo verde, es poseído automáticamente por una especie de encantamiento de los sentidos. Una bacanal de emociones.
Los más locos lo llaman amor.

Yo no ví rayo verde, a lo sumo cristalino. Pero allí, en Las Negras, donde la tradición susurra historias de rayos encantados y tesoros custodiados por sirenas, algo me quemó bien adentro.

“Juani…que te quiero mazo!!!!” De sobra lo sabes,Lucía.

Hoy todavía se ríen de mí.

Y allí en las Negras, de repente me sentí viejo.
La otra luna nos improvisó el camino hasta Mojacar. La luna de la playa, esa bruja que resbala imponente donde el cielo se junta con el mar.
Mujeres, Mojito, Mojácar.

La ruta de Dante continuó en Benidorm con sus vicios, con sus virtudes. Con esas sonrisas entre espontáneas y acartonadas que reflejan las fotos que nunca debieron hacerse.
Tras la última parada en el Maestrazgo, con los bártulos pidiendo tregua y el alma bajo cero, regresamos a casa.
Vacié el maletero de recuerdos y me senté a hacer inventario de daños.
Diez días de decadencia después, no había que lamentar víctimas.
Al menos mortales.
Estable dentro de la gravedad, seguir vivo tampoco estaba tan mal a fin de cuentas.

Sin embargo fue mirarme en el espejo y no reconocer al muchacho que veía al otro lado.
Me veía joven, pero me sentí viejo.
Joven para morir pronto y viejo para vivir deprisa.
Este afán de tatuarme experiencias, esta necesidad de borrar mis huellas…esta adolescencia eterna se me antojó un disfraz caduco. Pasado de moda, como la ropa que se acumula en las estanterías de los probadores. Amarillentas ya por el paso del tiempo. Obsoletas.

Cambié kalimotxos por gin tonic en un desesperado intento de ponerme al día; me sometí al deporte por esta infantil obsesión de escapar a la dictadura del tiempo.

Pero la realidad y su espejo me abofetean cada mañana con su cruel sinceridad.

Los domingos son cada vez más largos, y los cromos de la Liga que ayer abigarraban mi habitación son las fotos de recuerdos pasados que hoy miro con nostalgia en mi salón.
Mi hipoteca y mi coche nuevo dan lustre a mi recién estrenado "señorío"
Lloro menos veces, pero con muchas más ganas. Las heridas que más me duelen son aquellas que menos sangre escupen.

Al menos a flor de piel.

No quiero dejar de fumar a escondidas. Prometo seguir pidiendo algodón de azúcar enfrente de la noria.
No quiero dejar de soñar.
Me niego a dejar de bostezar en las bodas de mi promoción.

Elijo ilusionarme con el papel de regalo, regalo sonrisas a cambio de arrugas.
Prefiero seguir siendo canalla con alma de niño.
Y un niño con alma de canalla.

Paren la rueda que yo me bajo aquí.
Me quedo como Sabina.

Tan joven y tan viejo.