"Que hablen de mí, aunque sea bien"

viernes, 23 de septiembre de 2011

Tan joven y tan viejo

No es un lugar de la Mancha, y no tengo problema en acordarme de su nombre.
Cortes para más señas.
Un pequeño pueblo sobre la linde que separa el Cartojal de Málaga y el levante agosteño de Cádiz.
Díficil de recordar en el mapa, imposible de olvidar en la distancia.
Cuando el otoño amenaza aceitunando las hojas caducas de los árboles, al amparo de la noche los ciervos se rinden a las más bajas pasiones en las faldas de sus montañas.
Derrochan virilidad, astillan su cornamenta. Orinan y se revuelcan para marcar su territorio.
Barritan, braman.

Ni rastro de Bambi en la berrea.

Y es en Cortes donde comenzamos nuestra andadura veraniega. También al amparo de la noche.
También de berrea.

Dani. Javi. Lucas.
Los tres jinetes del Apocalipsis opositando para ujiería en el infierno de Dante.
Graduación con honores. Pase VIP.
Acumulamos ojeras a base de verbenas trasnochadas. Alquitranamos nuestra salud con la seguridad de quien se siente jóven.
Éramos invencibles. Fuimos eternos.

Barrenamos la piel de toro y acumulamos sueño en Almería.
Aún con los restos del naufragio enquistándonos la mirada, purgamos nuestros pecados en Cabo de Gata.
Cuenta la leyenda que en Las Negras, cuando el Sol aboceta sus últimas sombras al atardecer, emite un rayo parduzco.
Casi verde.

Inapreciable para quien no esté pendiente, para quien no tenga el sentimiento a flor de piel.
La gente de Las Negras asegura que si alguien es capaz de vislumbrar ese rayo verde, es poseído automáticamente por una especie de encantamiento de los sentidos. Una bacanal de emociones.
Los más locos lo llaman amor.

Yo no ví rayo verde, a lo sumo cristalino. Pero allí, en Las Negras, donde la tradición susurra historias de rayos encantados y tesoros custodiados por sirenas, algo me quemó bien adentro.

“Juani…que te quiero mazo!!!!” De sobra lo sabes,Lucía.

Hoy todavía se ríen de mí.

Y allí en las Negras, de repente me sentí viejo.
La otra luna nos improvisó el camino hasta Mojacar. La luna de la playa, esa bruja que resbala imponente donde el cielo se junta con el mar.
Mujeres, Mojito, Mojácar.

La ruta de Dante continuó en Benidorm con sus vicios, con sus virtudes. Con esas sonrisas entre espontáneas y acartonadas que reflejan las fotos que nunca debieron hacerse.
Tras la última parada en el Maestrazgo, con los bártulos pidiendo tregua y el alma bajo cero, regresamos a casa.
Vacié el maletero de recuerdos y me senté a hacer inventario de daños.
Diez días de decadencia después, no había que lamentar víctimas.
Al menos mortales.
Estable dentro de la gravedad, seguir vivo tampoco estaba tan mal a fin de cuentas.

Sin embargo fue mirarme en el espejo y no reconocer al muchacho que veía al otro lado.
Me veía joven, pero me sentí viejo.
Joven para morir pronto y viejo para vivir deprisa.
Este afán de tatuarme experiencias, esta necesidad de borrar mis huellas…esta adolescencia eterna se me antojó un disfraz caduco. Pasado de moda, como la ropa que se acumula en las estanterías de los probadores. Amarillentas ya por el paso del tiempo. Obsoletas.

Cambié kalimotxos por gin tonic en un desesperado intento de ponerme al día; me sometí al deporte por esta infantil obsesión de escapar a la dictadura del tiempo.

Pero la realidad y su espejo me abofetean cada mañana con su cruel sinceridad.

Los domingos son cada vez más largos, y los cromos de la Liga que ayer abigarraban mi habitación son las fotos de recuerdos pasados que hoy miro con nostalgia en mi salón.
Mi hipoteca y mi coche nuevo dan lustre a mi recién estrenado "señorío"
Lloro menos veces, pero con muchas más ganas. Las heridas que más me duelen son aquellas que menos sangre escupen.

Al menos a flor de piel.

No quiero dejar de fumar a escondidas. Prometo seguir pidiendo algodón de azúcar enfrente de la noria.
No quiero dejar de soñar.
Me niego a dejar de bostezar en las bodas de mi promoción.

Elijo ilusionarme con el papel de regalo, regalo sonrisas a cambio de arrugas.
Prefiero seguir siendo canalla con alma de niño.
Y un niño con alma de canalla.

Paren la rueda que yo me bajo aquí.
Me quedo como Sabina.

Tan joven y tan viejo.

jueves, 21 de julio de 2011

Amar en huevos revueltos


Tranquilo, no eres el único.

Temes a tu pareja y silencias tu voluntad por no desatar su ira. Esa ira que tantas veces te hace preguntarte porqué no compraste en su día un sofá más cómodo para dormir. Pierdes todo tu criterio hasta el punto en que tu pareja elige tu ropa, y en poco tiempo, todo lo que te puedes comprar.

Lo que te gusta y lo que no.

No sufras, no es tan grave.
Hace tiempo que tus amigos no te incluyen en sus planes porque siempre tienes que pedir permiso para salir.

Te da igual que tu cuqui sea una desequilibrada especialista en montar el cirio padre en cualquier lugar público.
Ella siempre lleva razón y tiene motivos más que justificados para berrear bien alto entre el sorbete de mandarina y el solomillo al punto que la cena está fría.
La culpa es del camarero, por supuesto.

No tengas miedo, millones de personas saben qué se siente siendo un calzonazos.
Es como las almorranas o la impotencia. Todo el mundo lo sufre en silencio pero ninguno lo comenta.

Calzonazos del mundo. Uníos!!
Coge una tienda y acampa en casa de tu suegra. Está de moda.

Qué podías esperar, si tu madre aún te compra los gayumbos en el mercadillo y los calcetines en el Decathlon!! Con gente como tú, algún día la marca Kalenji dominará el mundo.

No sufras, no es tu culpa. Todo viene de hace muchos años, desde el origen de las especies.
Es Historia, y todos sabemos que contra la Historia no se puede luchar. En la Biblia lo explican clarito.

El primer bragazas fue Adán. La que lió el gacho por una manzanita de ná.
Ya ves tú.
Pues bien, a Eva le castigaron como sigue. Y cito textualmente:

“Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos"

Génesis, versículo 16. La regla y sus síndromes premenstruales, vaya.

Lo que se calla la Biblia es que a nosotros, a los mancebos viriles, nos castigó con el calzonismo que ya hemos comentado, y con algo peor.

El dolor de huevos.

Para los no iniciados aclararé un par de términos, que nunca se sabe si estamos en horario infantil con esto del blog. De aquí en adelante llamaremos huevos a la zona testicular revestida por el escroto a la altura del bajo vientre.
Lo que cuelga, vaya. Lo que tiene largo Carlos. Lo que le suda a la gente cuando está de mala hostia.

El dolor de huevos se trata de un mal endémico al género masculino, una agonía insufrible en la zona localizada entre las ingles que se reproduce generalmente en edad púber. Lo cual no quiere decir que con la edad aminore. Las estrechas son como las meigas. Haberlas, haylas.

Normalmente el escenario es tal que así:

Estás con una chica y la cosa se va de las manos nunca mejor dicho.
El roce hace el cariño y tus caricias van logrando pequeños avances.
Cuanto más se quita, más te pones.

El escuadrón de ataque está preparado pero se agazapa sigiloso. Esperando su momento.
Rodeas montañas, surcas valles, bajas al pilón… La cosa promete.
Cada paso adelante es calibrado con precisión de neurocirujano.
Parece que no hay frontera que se resista. El límite es el cielo.
Una avanzadilla se adentra en la maleza con el pulso firme y el espíritu intacto.
La respiración se entrecorta y la excitación de las tropas crece con cada avance.
El escuadrón de ataque se levanta…se levanta en armas.

Hoy Europa, mañana el mundo!

Miles de soldados…qué digo miles, millones de soldados del escuadrón de ataque se enfundan sus capuchas preparados para el abordaje. Cruzan miradas concentrados, conscientes de que su momento por fin ha llegado. Su minuto de gloria (qué digo minuto, minutazo!!) está cerca. Ahora o nunca.

Todo apunta a que tantos Viernes de cine, coca cola y besito de buenas noches por fin obtendrán su recompensa. Hoy es tu cumpleaños y no puedes fallar.

El ruido de una cremallera bajando desata las hostilidades en el escuadrón. Maricón el último!

Sin embargo ahí afuera, con el fragor de la batalla comienzan a escucharse las primeras alarmas.

“No eres tú, soy yo. Me pillas en un momento complicado de mi vida. Eres tan especial para mí que quiero que este momento también sea especial”

A tomar por culo. Retirada.
No sé que tiene de “poco especial” la tapicería de mi Ford Fiesta.

El desánimo hace mella entre las tropas y las naves comienzan su estrategia de repliegue. Caras largas entre los soldados. El escuadrón de ataque se viene abajo.
Quién le ha visto y quién le ve.

Y justo ahí comienzas a notar esa punzada aguda. Ese dolor indescriptible que te hace abstraerte de lo dantesco de la situación. Notas como si tuvieras al ejército de Pancho Villa combatiendo a muerte entre pata y pata.

Inhumano. Caótico. Desgarrador.

Te cuesta imaginarte algo peor en esta vida. Maldices a Adán, a Eva y a la serpiente.
Te parece mentira que a estas alturas de siglo XXI, con el hombre en la Luna, las células madre y su capacidad regenerativa, la Baticao, el alargador de pene….la ciencia haya sido incapaz de encontrar un remedio a ese suplicio camboyano de tener los huevos cargados de amor.

“Por algún lado tendrá que salir esto”

Piensas que tal vez meando, en unas pocas horas todo acabe convirtiéndose en un mal sueño.
A duras penas te incorporas con el único fin de buscar cierta intimidad a pocos metros del coche, pero el maldito dolor te oprime hasta el punto de andar pasito a pasito.

Como las muñecas de Famosa cuando se dirigen al portal.

Ya en la intimidad, con el contacto visual haces una primera evaluación de daños. Al menos por fuera todo parece en su sitio. Diez minutos más tarde tus manos comienzan a tiritar de tanto tiempo a la intemperie. De mear, ni gota. De repente, una voz interior aporta algo de luz a tanto caos.

“¿Y si me la casco?”

A grandes males grandes remedios.
El ser humano tiene un espíritu de supervivencia infinito en situaciones extremas.

Regresas al Ford Fiesta intentando rozarte lo menos posible.
Tu andar es una mezcla entre Chiquito en Antena 3 y Neil Armstrong en la Luna.

“Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la virginidad”

El regreso a casa  es un Requiem. No pisas el embrague en todo el viaje, por si acaso.

Al entrar por la puerta, tu madre te espera con un regalo de cumpleaños.
“Felicidades vida!!!”

Unos calcetines y un par de calzoncillos.
De mercadillo.

miércoles, 13 de abril de 2011

El chocolate espeso

Me gusta el sexo.

Su comunión, su liberación de endorfinas.
Su carga emocional y física…
Que me gusta follar, vaya
O como se diga.



También me gusta decir las cosas claras.
Y ninguna de las dos me lleva por buen camino en esta vida.

Una noche de botellón de esas donde las conversaciones alcanzan un nivel intelectual propio de Eduard Punset, un amigo preguntó al aire:

“Hay algo que os guste más que follar?”

Dudé

“Posiblemente, que me la chupen”
Aún hoy no tengo claro en qué orden los colocaría.

La primera vez que le entregué mi flor a una muchacha llevaba un sarro acumulado de 17 años, 3 meses y 21 días.
Dos operaciones de fimosis y un notable en religión.
Casi ná pal cuerpo
Un minutito y medio después (dile minutito, dile minutazo!!) estaba yo desnucado sobre el asiento trasero de un Ford fiesta, con el eco de mi corazón retumbando en las ventanillas empañadas, sudando como un lagartijo mozambiqueño con la sonrisa del deber bien hecho.
Me sentía tan viril, tan animal, que aunque por aquel entonces no fumaba me encendí un cigarrillo.
Estaba hecho un toro.
A ella también le debió de encantar porque se quedó sin palabras. De satisfacción, supongo. Aún hoy no me explico porqué nunca más respondió a mis llamadas.

Hazañas épicas aparte, desde aquel glorioso día he intentado entender la voluntad de las mujeres, su manera de razonar.
Descubrir su mecanismo de defensa para elaborar mi estrategia de ataque.
Ya entender la movida esa de la regla me resultó confuso, pero cuando me tocó abordar el tema del idioma me dí por vencido.

Cuando yo digo que el cielo es azul, mi mente, mi cuerpo y mis ojos ven que la bóveda aérea que tengo por encima de mi cabeza es del color del mar. El problema nace cuando para muchas decir que el cielo es azul significa que Alfa Centauro se ha alineado con Orión mientras una nube de terciopelo se aleja en el horizonte.

Nada mejor que un ejemplo para explicarlo:

Cuando yo digo “me voy solo a casa porque tengo sueño”, simplemente quiero decir que mi cansancio me impide estar un minuto más allí. Que me dirijo a mi casa a descansar y en principio lo haré con la única compañía de la Luna.
Sin cartón ni trampa.

El asunto se pone turbio cuando es una chica la que dice que se va sola a casa porque tiene sueño. Ahí las opciones se multiplican exponencialmente:

Si es tu novia quien lo pronuncia, lo que te quiere decir es que más te vale que la acompañes, que le den por culo a tus amigos que bastante mamaos van ya y te vayas con ella. Que le des un besito casto en el portal y le hagas una perdida cuando llegues a la tuya.
Todo muy dulce.

Si se trata de cualquiera distinta a tú novia quien te lo dice, el mensaje que te está mandando es que vayas con ella, que según entréis al portal te va a poner contra la pared y te va a hacer el cangrejo ruso.

¿Tan difícil es decir “Vamos a echar un polvo”, hija?

Aunque la ciencia no haya sido capaz aún de demostrarlo, tiene toda la pinta de que el cerebro femenino esté imposibilitado genéticamente para pronunciar la palabra “follar”.
Como la “erre” para el perro de San Roque al que Ramón Rodríguez le cortó el rabo.

Es por eso que yo prefiero decirlo clarito.
Que no queden dudas.
No sea que me haga famoso con esto del blog y las fans caigan en ambigüedades.

Como he dicho al comienzo, a mi me gusta el chocolate espeso.
Y las cosas claras.

A menudo solemos caer en el error de tentar a la pareja con un plan que de antemano sabemos que no es de su agrado.

“Pichoncito, hoy me voy de despedida de soltero con mis amigotes”

A lo que ella responde

“Tú sabrás”

Coño!! Para mí “Tu sabrás” quiere decir que yo sabré.
Que tenga cuidado, que no conduzca si he bebido, que no mezcle garrafón, que no hable con extraños ni coja cosas del suelo…lo típico.
Sin embargo todos sabemos que la realidad es diametralmente opuesta.

Como por casualidad se te ocurra siquiera tomarte una copa en la despedida, como por culpa de alguna foto se entere que la stripper no era ni enana ni gorda, tu novia te jura venganza eterna y se hace la víctima los siguientes quince meses de tu relación. Te toca tirar de Visa y comer paella cada domingo en casa de tu suegro.
Tú sabrás.

No son claras y esperan que nosotros descifremos el jeroglífico egipcio en que han convertido su lenguaje.
Así nos va.

Me viene ahora a la cabeza una ocasión en la que conocí en la discoteca de turno a la chica inocente de turno.
Desplegué mis alas de seducción lo mejor que pude, hice gala de mi sonrisa más ensayada. En definitiva le solté toda mi lírica hasta conseguir que me hiciera algo de caso.
No se si tiene importancia, pero reconozco que algún que otro cubata le invité.

Pues bien, una vez cerraron el garito le propuse acompañarme a casa.

“Tomamos una cerveza en la terraza?”
Tras titubear unos segundos accedió.

Según cruzó el umbral de la puerta cerré con llave y me dirigí al frigorífico, elegí las dos medianas más frías y me senté en la terraza.
Creo que para el segundo sorbo le intenté tocar una teta.

Adios!!
La muchacha puso el grito en el cielo y con sus dos brazos se tapó el pecho como si estuviera desnuda.
Os juro que no podía dar crédito

“De follar ni hablamos entonces?”

A mí tampoco me hizo gracia el chiste.
A ver, te lo voy a explicar clarito, salesiana.
Si ves que te doy coba en el bar, que te invito a que subas a casa, que cierro la puerta con doble llave…
¿en serio piensas que mi objetivo es que degustes la cerveza marca Mercadona de mi nevera?
¿acaso tengo pinta de sommelier de jugos de cebada?
¿en realidad me creíste cuando te decía que lo que más me gustaba de ti era tu sonrisa?

Seamos francos, por favor.
Si digo que el cielo es azul, no me vengas con Alfa Centauro ni nubes de terciopelo en el horizonte.
Salesiana.

Con esto puede dar la sensación de que mujeres y hombres conviven en un entorno irreconciliable.
Antagónico.
En polos opuestos, en el Yin y en el Yan.
Sin embargo, en mi opinión no somos tan distintos.

Tanto unos como otros compartimos una especie de escozor en lo más profundo de nuestras entrañas.
Una especie de irritable picor que no molesta pero sí incomoda.
Un incordio que a menudo nos impide pensar con diáfana clarividencia.
En los tíos se llama ”ganas de follar”.
En las tías ”dignidad”

Utiliza el eufemismo que quieras.
Hacer el amor, hincar el cuerno, soplar la nuca, afilar el pizarrín, culear, hacer la tortuga, echar un polvo, la doble turca...
A mí me gusta follar y no me duelen prendas en reconocerlo.
Una verdadera lástima que, a pesar de haberlo intentado, todavía hoy no alcance a chupármela yo mismo.
Los tíos entenderéis de lo que hablo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La memoria en el espejo

                                          


                                                                     I


Casi instintivamente, al despertarse echa la mano al colchón.
¡!Mierda!! No puede ser posible.
Cuando llegue la enfermera le regañará por mojar la cama.

En realidad se la trae floja, para eso la pagan.
Se incorpora como puede y rebusca impaciente el mechero entre la ropa del día anterior.
Le vuelve loco el olor a “trujas”.


                                                                    II

 Ella no se cansa de repetirlo pero a él parece no importarle mucho.
El médico le tiene terminantemente prohibido tocar el tabaco y sin embargo, cada mañana mientras ella se afana en preparar el café, desde la cocina el insoportable olor a tabaco negro y el lamento de su tos y su fatiga le anuncian que se ha despertado.

Treinta y tres años de matrimonio después, aún hoy él se mete un Ducados entre pecho y espalda para desayunar.
A ella aún hoy se le eriza el pelo al recordar la verbena de San Juan en que lo conoció, y el rincón oscuro de la plaza en el que jugando a ser mayores se reconocieron.
Aún hoy le gusta llevarle el desayuno a la cama.

Zumo de manzana y café con leche.
Con tres de azúcar.

                                                                     III

Al ver entrar por la puerta a la enfermera apaga el cigarrillo. Amablemente le ayuda con la bandeja y le devuelve una sonrisa coqueta.
Siempre tuvo fama de galán.
El café en esta clínica está especialmente amargo. Afortunadamente, se han debido de equivocar y han traído tres de azúcar.

Mientras él apura el zumo de manzana, la enfermera recoge la ropa de ayer.
Entre los bolsillos del pantalón encuentra un papel arrugado.
Lo abre y sonríe melancólica; parece que se le caiga alguna lágrima.

Él no entiende nada y busca otro cigarrillo.
Una carta del novio, quizás.
No ríe. No llora.
Sin embargo esa sonrisa triste le enternece.
Aún huele a Ducados en la habitación.

                                                                     IV

El día de la verbena ella fue la que se fijó en él. Bailaron; se evitaron; bailaron.
Se tocaron con los ojos y sin rozarse se besaron. Debía de estar a punto de terminar cuando tocaron una de Victor Manuel, y fue entonces cuando él le susurró al oído lo mucho que le gustaba su sonrisa melancólica.

“…Juntos de la mano, se les ve por el jardín
No puede haber nadie en este mundo tan feliz. Sólo pienso en tí…”

                                                                     V

Desde que hace siete meses le detectaran la enfermedad el médico le recomienda que sea receptiva.
Que no pierda la paciencia y que para ayudarle a ganar en seguridad y ejercitar la memoria recurra a hábitos del pasado.

Es por eso que cada tarde, desde hace siete meses lo acompaña a unos talleres de baile para mayores.
De paso conocen gente de su edad.
Para terminar siempre le pide al profesor una lenta

“Sólo pienso en ti”, de Victor Manuel

Le agarra con fuerza de la cintura y cierra los ojos.
A él se le atraganta la respiración y, sin saber muy bien por qué, aprieta con fuerza su mano contra el pecho.

                                                                      VI

La enfermera que le cuida hoy le resulta especialmente guapa.
No sólo su sonrisa triste, sino esa manera de bailar las lentas.
Si no fuera tan tímido, le diría algo al oído. Por ahora se conforma con apretarle fuerte la mano contra el pecho.
Las palabras para otro día.
Tal vez, si le vuelve a tocar la misma enfermera.
Tal vez.

                                                                   VII

Aún se le antoja extraño no dormir con él, con la persona por la que siente devoción, pero el médico le aconsejó por precaución separarse de habitación.
Le da un beso casto y le desea buenas noches.
Al salir cierra la puerta de golpe. No quisiera que él la escuchara llorar.

                                                                  VIII

Se siente un cobarde. Lo ha tenido tan cerca y no se ha atrevido.
Tiene la sensación de que a ella también le gusta.
Siempre fue un galán.

La próxima vez que le atienda esa enfermera le confesará lo guapa que es.
Con el eco de su beso en la mejilla, antes de acostarse se entretiene dibujando en un papel.
Con el trazo tan poco firme como su enfermedad y su pulso le permiten.
Antes de acostarse se lo guarda en un bolsillo con la esperanza de volver a encontrarse con la enfermera de la sonrisa triste

                                                                     IX

Como de costumbre él aún duerme y ella aguarda impaciente a que amanezca.
Para calmar los nervios se entretiene preparando el café.
En cuanto el olor a Ducados invade la cocina, ella repasa mentalmente la bandeja.
Café con leche.Tres de azúcar.
Zumo de manzana.

Presa de inquietud deposita el desayuno en la mesilla.
Recoge el pantalón de ayer y revuelve en sus bolsillos.
Un papel arrugado, como cada mañana de los últimos siete meses, con un dibujo de trazo tembloroso.

Algo parecido a un corazón

Sonríe melancólica.Parece que le resbale alguna lágrima.

Él se enciende un cigarrillo.
Una carta del novio.
Quizás.

miércoles, 12 de enero de 2011

Ponga un perroflauta en su vida


I

No falla.
Cada tarde al regresar del trabajo a casa me lo encuentro.
A él y a su perro.
Su repertorio flautístico se ciñe a dos clásicos inmortales.
“Amigo Félix” y “El Himno a la Alegría”



- “Primo, échame cincuenta centimillos para un bocata”

Normalmente paso sin decir nada, o como mucho le sonrío.
Me viene un sentimiento de lástima pero reconozco que me dura poco
Concretamente tarda en irse el tiempo que me cuesta llegar a la panadería y ver a la hija de la dueña.
Valga la redundancia, está como un pan.

Cada tarde lo mismo.

- “Primo, échame cincuenta centimillos para un bocata”

La semana pasada no fue distinto.
“Ven, canta…sueña cantando, vive soñando el nuevo sol”
El caso es que como cada tarde al llegar al estribillo, se quedó sin aire y tuvo que parar.

- “Primo, échame cincuenta centimillos para un bocata”

Será la navidad. Será que han puesto hilo musical con villancicos por todo el barrio.
Será que la panadería estaba cerrada.
Será que el perro tiritaba más que de costumbre.

Eché la mano al bolsillo y cogí una moneda.

- “Toma un euro, primo. Y pide otro de tortilla para mí”

                                                                             II
Déjate de Haití ni leches. Déjate de niños somalís desnutridos.
Si quieres hacer una buena obra social que mitigue tu conciencia, apadrina un perroflauta.

No te mandará dibujos ni fotitos, pero amenizará tus tardes.
Con un euro y mucha paciencia es suficiente.
Los hay por todas partes, pero donde abundan es en el Raval de Barcelona.
Entre el encanto de sus calles y su inevitable olor a meao, es relativamente fácil distinguirlos.

De hecho, si te cruzas con una persona y no te pide 20 euros por chupar ni lleva una camiseta de Messi, el perro no debe de andar muy lejos.

Pero cuidado, incauto turista ocasional.
No confundir al perroflauta con el creativo.

Los creativos son un nuevo orden.
Una “raza aria”.
Los Illuminati de la cultura Indie- Underground.

Para ser un buen perroflauta de pedigrí,
de los del Raval de toda la vida,
de los de chinchetas en la chupa,
como su propio nombre indica basta con presumir de un perro y una flauta.

Para ser creativo, aparte de perro y flauta es obligatorio un fular y un iphone.

La base de la dieta perroflautil es la cerveza, salvo los días señalados que la combinan con kalimotxo.
Los creativos son más de vino y tofu.

Los perroflautas presumen de enfermedades.
Los creativos, de amigos gays.

                                                                         III
Si en lugar de apadrinar un perroflauta, quieres convertirte en uno de ellos, aparte del kit necesario de supervivencia ya mencionado, has de fijarte en tu manera de escupir.


- Si al hacerlo contra una pared el escupitajo resbala lentamente sobre el estucado hasta tocar el suelo, eres un pijo de mierda. Consumista pepero de los cojones.

- Si por el contrario, se queda pegado en el cemento y se adivina en el conglomerado algún bichito…vas por el buen camino. Con un par de enfermedades venéreas más que contraigas lo tienes, campeón.

- Si al escupir contra un muro el japo no sólo no resbala, sino que se pone de pie y repta hasta llegar al techo, amigo, eres Neo,eres el elegido .

El puto Kurt Cobain de los perroflautas

Sin embargo, no todo el mundo lleva bien eso de ducharse en fuentes.
Si en realidad prefieres convertirte en un creativo, has de currártelo más.
La fama cuesta, amigo.

Cómprate una bici vieja y paséate.
Déjate barba.
Mucha barba
Ponte frente al espejo y alborótate el pelo
Desaliñado. Casual

Ponte un fular.
Mejor ponte dos.
Añádele algún collar africano por encima que eso mola mucho.
Casual.

Léete algún libro de Kerouac o de Bukowski.
Da igual que no entiendas un pijo.
Léetelos que siempre queda bien.
O al menos lleva uno bien visible siempre contigo.
“En el camino”
No te extrañes si no tiene dibujos.

Cómprate unas gafas de pasta.
Sin cristales.
Vístete con Levis viejos.
Asegúrate de que sean viejos.
Asegúrate de que sean Levis.
Todo muy casual

Fuma.
Fuma mucho. A poder ser de liar.
Hazte vegetariano.
Mejor, hazte ecologista
O mejor aún, ecologista vegetariano.
Apúntate a algo de relajación.
Espiritual.
Zen.

Y sobre todo no olvides asegurarte de que papá cada mes te ingresa el dinero espiritual en tu caja de ahorros antisistema.

                                                                            IV         

Hoy he salido algo más tarde de trabajar. Al enfilar la recta de casa lo he visto.
Tumbado sobre la acera, a un lado la flauta.
Tiritando de frío.
Una tarde más me ha dado lástima.

Un instante después su dueño ha desenfundado el iphone y al minuto les ha recogido un taxi a los dos.
Supongo que lo habrá pedido diesel, por aquello del medio ambiente.