"Que hablen de mí, aunque sea bien"

jueves, 21 de julio de 2011

Amar en huevos revueltos


Tranquilo, no eres el único.

Temes a tu pareja y silencias tu voluntad por no desatar su ira. Esa ira que tantas veces te hace preguntarte porqué no compraste en su día un sofá más cómodo para dormir. Pierdes todo tu criterio hasta el punto en que tu pareja elige tu ropa, y en poco tiempo, todo lo que te puedes comprar.

Lo que te gusta y lo que no.

No sufras, no es tan grave.
Hace tiempo que tus amigos no te incluyen en sus planes porque siempre tienes que pedir permiso para salir.

Te da igual que tu cuqui sea una desequilibrada especialista en montar el cirio padre en cualquier lugar público.
Ella siempre lleva razón y tiene motivos más que justificados para berrear bien alto entre el sorbete de mandarina y el solomillo al punto que la cena está fría.
La culpa es del camarero, por supuesto.

No tengas miedo, millones de personas saben qué se siente siendo un calzonazos.
Es como las almorranas o la impotencia. Todo el mundo lo sufre en silencio pero ninguno lo comenta.

Calzonazos del mundo. Uníos!!
Coge una tienda y acampa en casa de tu suegra. Está de moda.

Qué podías esperar, si tu madre aún te compra los gayumbos en el mercadillo y los calcetines en el Decathlon!! Con gente como tú, algún día la marca Kalenji dominará el mundo.

No sufras, no es tu culpa. Todo viene de hace muchos años, desde el origen de las especies.
Es Historia, y todos sabemos que contra la Historia no se puede luchar. En la Biblia lo explican clarito.

El primer bragazas fue Adán. La que lió el gacho por una manzanita de ná.
Ya ves tú.
Pues bien, a Eva le castigaron como sigue. Y cito textualmente:

“Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos"

Génesis, versículo 16. La regla y sus síndromes premenstruales, vaya.

Lo que se calla la Biblia es que a nosotros, a los mancebos viriles, nos castigó con el calzonismo que ya hemos comentado, y con algo peor.

El dolor de huevos.

Para los no iniciados aclararé un par de términos, que nunca se sabe si estamos en horario infantil con esto del blog. De aquí en adelante llamaremos huevos a la zona testicular revestida por el escroto a la altura del bajo vientre.
Lo que cuelga, vaya. Lo que tiene largo Carlos. Lo que le suda a la gente cuando está de mala hostia.

El dolor de huevos se trata de un mal endémico al género masculino, una agonía insufrible en la zona localizada entre las ingles que se reproduce generalmente en edad púber. Lo cual no quiere decir que con la edad aminore. Las estrechas son como las meigas. Haberlas, haylas.

Normalmente el escenario es tal que así:

Estás con una chica y la cosa se va de las manos nunca mejor dicho.
El roce hace el cariño y tus caricias van logrando pequeños avances.
Cuanto más se quita, más te pones.

El escuadrón de ataque está preparado pero se agazapa sigiloso. Esperando su momento.
Rodeas montañas, surcas valles, bajas al pilón… La cosa promete.
Cada paso adelante es calibrado con precisión de neurocirujano.
Parece que no hay frontera que se resista. El límite es el cielo.
Una avanzadilla se adentra en la maleza con el pulso firme y el espíritu intacto.
La respiración se entrecorta y la excitación de las tropas crece con cada avance.
El escuadrón de ataque se levanta…se levanta en armas.

Hoy Europa, mañana el mundo!

Miles de soldados…qué digo miles, millones de soldados del escuadrón de ataque se enfundan sus capuchas preparados para el abordaje. Cruzan miradas concentrados, conscientes de que su momento por fin ha llegado. Su minuto de gloria (qué digo minuto, minutazo!!) está cerca. Ahora o nunca.

Todo apunta a que tantos Viernes de cine, coca cola y besito de buenas noches por fin obtendrán su recompensa. Hoy es tu cumpleaños y no puedes fallar.

El ruido de una cremallera bajando desata las hostilidades en el escuadrón. Maricón el último!

Sin embargo ahí afuera, con el fragor de la batalla comienzan a escucharse las primeras alarmas.

“No eres tú, soy yo. Me pillas en un momento complicado de mi vida. Eres tan especial para mí que quiero que este momento también sea especial”

A tomar por culo. Retirada.
No sé que tiene de “poco especial” la tapicería de mi Ford Fiesta.

El desánimo hace mella entre las tropas y las naves comienzan su estrategia de repliegue. Caras largas entre los soldados. El escuadrón de ataque se viene abajo.
Quién le ha visto y quién le ve.

Y justo ahí comienzas a notar esa punzada aguda. Ese dolor indescriptible que te hace abstraerte de lo dantesco de la situación. Notas como si tuvieras al ejército de Pancho Villa combatiendo a muerte entre pata y pata.

Inhumano. Caótico. Desgarrador.

Te cuesta imaginarte algo peor en esta vida. Maldices a Adán, a Eva y a la serpiente.
Te parece mentira que a estas alturas de siglo XXI, con el hombre en la Luna, las células madre y su capacidad regenerativa, la Baticao, el alargador de pene….la ciencia haya sido incapaz de encontrar un remedio a ese suplicio camboyano de tener los huevos cargados de amor.

“Por algún lado tendrá que salir esto”

Piensas que tal vez meando, en unas pocas horas todo acabe convirtiéndose en un mal sueño.
A duras penas te incorporas con el único fin de buscar cierta intimidad a pocos metros del coche, pero el maldito dolor te oprime hasta el punto de andar pasito a pasito.

Como las muñecas de Famosa cuando se dirigen al portal.

Ya en la intimidad, con el contacto visual haces una primera evaluación de daños. Al menos por fuera todo parece en su sitio. Diez minutos más tarde tus manos comienzan a tiritar de tanto tiempo a la intemperie. De mear, ni gota. De repente, una voz interior aporta algo de luz a tanto caos.

“¿Y si me la casco?”

A grandes males grandes remedios.
El ser humano tiene un espíritu de supervivencia infinito en situaciones extremas.

Regresas al Ford Fiesta intentando rozarte lo menos posible.
Tu andar es una mezcla entre Chiquito en Antena 3 y Neil Armstrong en la Luna.

“Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la virginidad”

El regreso a casa  es un Requiem. No pisas el embrague en todo el viaje, por si acaso.

Al entrar por la puerta, tu madre te espera con un regalo de cumpleaños.
“Felicidades vida!!!”

Unos calcetines y un par de calzoncillos.
De mercadillo.