"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 23 de febrero de 2010

Como Dios manda


Seis días bastaron. Seis días nada más.
Al menos eso dice el Antiguo Testamento en su primer libro del Génesis.
En seis días con sus seis noches, el todopoderoso tío de las barbas creó el mundo.

De Lunes a Sábado.

Con sus ríos, con sus pájaros, con sus autopistas de peaje y con sus edificios de Hacienda.
Su Belén Esteban y su Paquirrín.
Un mundo entero en seis días.
Como se enteren los de la Sagrada Familia le contratan.
Y el séptimo, descansó.

Desde entonces, en honor a tamaña gesta, todas las culturas del mundo dedican el domingo a la tradición que dicta el Antiguo Testamento. Esa virtud innata que no se imparte en la escuela pero todo el mundo domina.
Tocarse los huevos.
Los hay que se cogen su mantelito a cuadros y se van al campo a hacer merendolas.
Otros deambulan por la calles con el transistor y los auriculares escuchando la jornada de Liga. Y los que se creen la burrada esa del mundo en seis días se reúnen en la Iglesia.

A mí no me busquéis.

Para mí un domingo perfecto supone levantarme de la cama a la hora de comer para tumbarme en el sofá.
Con manta y pijama de felpa.
De fondo, el documental del lagartijo asiático pone banda sonora a mis sueños
Hasta que me vuelva a entrar hambre.

Mi novia es más flamenca.
Llevaba yo varias semanas insinuándole que me apetecía conocer sitios nuevos, gente diferente, tomar el vermut al mediodía, ir a comer paella…algo tranquilo. Lo que cualquier dominguero que se precie, vaya.

Así que ella, en un alarde de generosidad sin límite, me llevó dónde según su paladar cocinaban las mejores paellas del mundo. Un sitio donde no había ido nunca, y donde tendría la oportunidad de conocer gente nueva y tomar el vermut.

A casa de sus padres.

Cuando subíamos por el ascensor me temblaban las piernas como si el que habría estado los seis días creando el mundo fuese yo.

- “Uy! Qué sorpresa!”

Aunque me duela reconocerlo, he visto tías fingir mucho mejor.
Estaba claro que la madre de mi novia nunca ganaría un Oscar.
La mujer venía de hacerse la permanente, el hombre con el traje-chaqueta de las bodas…Sobre la mesa, un centro de flores del tamaño de un cirio pascual presidía la estancia.
Todo muy casual, oiga.

La presentación con la madre fue más liviana, como para romper el hielo.
Un par de besos entre fogones y las manos que no paraban de sudarme.

Con su padre la cosa cambió.

- “Así que tú eres...”

Los puntos suspensivos le delataron. Sus ojos terminaron la frase en silencio.
El cabronazo que se está cepillando a mi hija, ese mismo.
Como si los pudiese escuchar, vaya.

Un hilo de voz es todo lo que pude sacar.

- “Lucas, soy Lucas. Qué tal?

Me mantuvo varios segundos la mirada.

Conocer a la familia política es como presentarse a una entrevista de trabajo.
Con el agravante de que en la entrevista no estás obligado a comer lo que te pongan, claro.

Vas de estreno y afeitado. Con los zapatos limpios para dar buena imagen, pero sobrio en el estilo.
Casi tirando a rancio para no llamar la atención.
Si no te falla la voz, te preparas un par de puntos fuertes para hablar de tu pasado y dibujas en cuatro pinceladas tus planes de futuro.
Empecé a temer que me hicieran hablar en inglés.

Pero no fue el idioma una barrera, sino el menú.
De niño siempre he aborrecido el bacalao.
Mi madre se empeñaba en prepararlo y yo en montar auténticos esperpentos para no comerlo.

Con argumentos de peso como “Mamá, pica” o el mundialmente conocido “Se me hace bola” trataba de evitarlo.
Pero no colaba.
Más de una tarde regresaba del colegio y lo tenía aún de merienda.

Pues bien, aquella tarde también había bacalao en la paella.
Y para variar, se me estaba haciendo bola.

A base de vasos y vasos de agua, y procurando ocultar la cara de asco, mientras felicitaba a la madre por la receta hice de tripas corazón y terminé mi plato.
Debí de sonar demasiado sincero, porque la madre me hizo repetir.
Orgullosa.

Pensé en rechazarlo educadamente, salir airoso aludiendo a mi dieta.
Una retirada a tiempo es un triunfo, qué coño.
Pero la mirada del padre me hizo replantearme esa posibilidad.
Aún recuerdo esos ojos clavados en mí nuca, observando pacientes que diese cuenta del resto de paella para no defraudar a su mujer..

Pedí otra botella de agua y cerré los ojos.
Lo hice por mi novia, por Arguiñano, por el Bulli. Por todos los niños que aún se encuentran a la noche el bacalao de la comida.
Vaso, tenedor, trago…vaso, tenedor, trago…
Por eso y por evitar la mirada de mi suegro.

Al llegar la sobremesa, a punto de firmar mi rendición, la hospitalidad de la madre me ofreció una tregua.
En la mano derecha, una bandeja con los cafés y la leche.
En la izquierda, un álbum de fotos del tamaño del Vademécum.
Un monográfico de mi novia, un reportaje digno del Hola en la boda de la mismísima Belén Esteban.

-“Aquí la niña encima del tobogán...”
-“Aquí la niña debajo del tobogán...”
-“Aquí la niña con tres añitos…”
-“Con tres añitos y medio…”
-“Con cuatro añitos”

Antes de Navidad cumplió veintitrés el angelito, así que echad cuentas.
Tras aguantar estoicamente hasta la última página, agarré la mano suavemente a mi novia y nos despedimos.
De nuevo la mirada fulminante del padre me escarchó la sangre. Inmediatamente solté la mano de su hija.
Por si acaso.

En el ascensor, por fin fuera del territorio comanche, mi corazón retomó pulsaciones humanas. Mis piernas dejaron de flaquear.

Mi novia dice que les he caído muy bien, que lo nota.
La intuición nunca ha sido lo suyo.

Aún noto el bacalao inundado de agua en mi estómago.

Ya en casa me dejo caer en el sofá. No hay mantita, ni documental, ni pijama de felpa.
En la tele la comadreja se come al lagartijo asiático.
Mi novia se tumba a mi lado y solicita su cuota de amor, pero a mi me resulta imposible.
Cada vez que le miro a la cara veo en sus ojos la inquisidora mirada de su padre.
Si cierro los míos aún puedo escuchar su voz:

- “Así que tú eres…”

Ni cuota ni leches; con su padre en mi cabeza no hay humano capaz de zurcir el amor.
Me busca con caricias, con besos...pero chico, que no.
Que no hay manera.
Me resulta inevitable no ver la mirada de su padre.
Una semana más tarde, aún he sido incapaz de conciliar el sueño.Paellas gigantes y miradas heladoras protagonizan mis pesadillas.

Hoy domingo, mi novia me ha propuesto volver a comer con mis padres.
Intentando inventar una excusa, en la Biblia he encontrado la salvación.

“Deberíamos ir a misa. El domingo es el día del Señor”
El septimo día descansaré.
Como Dios manda

4 comentarios:

  1. Chusa, tremendo chico!!! Eres de los pocos que todavia me hace reir, nos vemos en misa guapeton... Ves como si que te leo? x

    ResponderEliminar
  2. Hostia!! Hemos traspasado fronteras!!!
    No me lo puedo creer.
    Por cierto,leyendo blogs en horas de trabajo? Que vergüenza!!
    Supongo que donde dijiste Chusa quisiste decir Lucas, no?
    Gracias a tí

    ResponderEliminar
  3. que pasa Chori!! ya veo que te has unido a la casa del señor....seguro que eres de los que te sientas en los primeros bancos...pillame sitio. recuerdame en tus oraciones...que yo te recordare en mis historias.

    ResponderEliminar
  4. yo,Ana (si no caes... que vamos a hacer), desde Cortes e instigada por Javier alej, me declaro completamente adicta compulsiva a este blog!!!

    Te esperamos en la feria!!

    ResponderEliminar