"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 2 de febrero de 2010

Deconstruyendo


El rape en su punto, jugoso pero tierno al paladar. El chorrito de jerez y la nuez moscada le daban un toque especial al plato. Para beber, tintorro. Que sube antes.

Una vela en mitad de la mesa aportaba misticismo a mi pisito de soltero. Por primera vez desde la visita de mis padres, había hecho la cama.

El aroma a pescado fresco impregnaba la casa. Escondí las revistas porno en el cuarto de invitados y sustituí las fotos de mi ex por orquídeas y azucenas.
Se le iban a caer las bragas al suelo!!

Quedaban aún quince minutos para que llegara, así que me puse una copita para animarme.
Una hora y tres lingotazos más tarde, sonó el timbre de la puerta.
Me empezaron a sudar las manos al comprobar por la mirilla que se había puesto la minifalda. Tenía pinta de quedar de cine sobre el parquet de mi cuarto.

Abrí la puerta y esperé a que me diera ella el beso. En las primeras citas nunca se sabe si habrá pico o cobra.
La minifalda dejaba entrever unas piernas estilizadas, la media melena se rebelaba en forma de bucle contra la gravedad a la altura de unos hombros descubiertos. Sus ojos eran enormes, tan negros que era incapaz de retirar mi mirada de ellos.
Bueno, por eso y porque tenía unas tetas de miedo.

- “Nos vamos?”

A tomar por culo. Pero si habíamos dicho de cenar en casa!!
Le dije que el rape lo había pescado con mis propias manos, que el vino era traído de Burdeos uva a uva y que las orquídeas daban buena suerte.
Lo de que quería metérsela hasta por el bolsillo lo pasé por encima, pero estaba cantado.

A la niña le apetecía cenar por ahí.
Yo tenía la cena hecha, el postre y la razón.
Pero ella tenía la minifalda.

Comenzamos a andar y la llevé a uno de mis bares fetiche.
El Jabalí.

- “Ponte una caña, jefe”
Ella se pidió un Nestea. Ahí, arriesgando.
De tapa, nos pusieron morros.

Mientras un abuelo en la mesa de al lado cantaba las cuarenta en oros, ella me dijo que prefería cenar en otro sitio.
Blasfemia. Con lo buenos que ponen los morros en el Jabalí!!
Le pedí que esperase a la tapa de chistorra.
Se limitó a coger el bolso y marchar.

Cuatro o cinco manzanas más allá me habló de un restaurante vietnamita “muy chulo”.
Desconfié.
Nunca he entendido porqué a la gente le da por comer en sitios raros.
Cuando estamos en España es muy cool ir a japoneses,árabes, mexicanos…
Sin embargo, en cuantito cruzamos los Pirineos y vemos un “Casa Paco” con su cabeza de toro, su foto de “El Cordobés” y su parejita de flamencos sobre el televisor, allá que vamos.

¿Cuántos vietnamitas, tailandeses, o griegos conoces que den caña y tapa? Si no hay más que ver Callejeros un día para saber que allí sólo comen porquería.
De nuevo la minifalda ejercía su mágico poder.

Las paredes eran de espejo, y los sillones tapizados en piel. De fondo una canción de esos grupos modernos que cantan cansados nos dio la bienvenida.
Cuando pedí una caña y me pusieron posavasos comencé a sospechar. El camarero, un bujarrón de cuidado.

Al mirar los precios en la carta pensé que estaban en moneda vietnamita.
Al ver que aquellas barbaridades eran euros comprendí lo que ella entendía por bar “muy chulo”.

Tardé poco en elegir; lo menos caro.
Pero ella no lo tuvo tan fácil. Estuvo dudando entre el bigotito de langosta con reducción de azmilcle o el capricho de arándanos sobre cama de foie.
Finalmente se decidió por el suspiro de ternera con delicias de queso de cabra.
Lo que viene siendo un McDonalds de toda la vida pero sin ketchup, vaya.

-“Y para beber, los señores?”

Iba a decir “agua natural”, lo juro.
Pero le miré al escote y tartamudeé. Mientras tanto, ella se repasaba la carta de vinos.
Se decantó por un Reserva de Duero del 2001. El más caro para ser exactos.
O sea, que se acababa de tomar un Nestea en el Jabalí y ahora se las daba de enóloga.

- "Afrutado con sabor a madera y vainilla. Suave en boca. Reminiscencias de musgo y uva en la garganta. Gran elección!
La felicito, señorita".

Y el tintorro peleón de mi casa calentándose sobre la encimera.
Con lo que sube eso.

Me empezaba a consumir de hambre cuando dos platos del tamaño de las paelleras de Villariba y Villabajo adornaron nuestra mesa.
Eso sí, casi vacíos.
Un cachito de algo parecido a Delicias Pescanova en el mío y en el suyo una mini hamburguesa con tranchete.
Vinagre de módena caramelizada cubriendo todo el borde, que viste mucho.
Cosas de la « nouvelle cuisine », pensé yo.
Si esto es deconstrucción, no me extraña que Ferrán Adriá haya echado el pestillo.

Con el estómago rugiéndome di cuenta de mis palitos de merluza, le pedí al mariposón que se ahorrase la carta de postres y pagué.
Al soltar los cien eurapios confié en que ella me echara una mano como las buenas parejas modernas.
Olvidé que su minifalda no llevaba bolsillos.
Salimos con prisa, sin propina. Con un poco de suerte tal vez aún llegábamos a la tapa de chistorra en el Jabalí.

Ni por esas. Allí no quedaba ni el de las cuarenta en oros.

- “Y si nos tomamos una copa? Conozco un tropical muy chulo”

Ya empezaba a calar yo los sitios “chulos” que decía ella.

Ni de coña. Por ahí no. Para que me aspen otros veinte mortadelos por un refresco con sabor a piña, en forma de volcán humeante y con nombre de dios egipcio me quedo en casa. Ya puedes llevar la minifalda por el ombligo que no voy.

Le expliqué las virtudes de mi mini bar, y la comodidad del sofá de mi casa.
No le quedó otra opción.

Aún estaba la vela encendida cuando llegamos. El rape al jerez sobre el horno.
Una pinta cojonuda, pero tieso de lo frío que estaba ya.Para tirar a la basura.
Me puse un Ballantine´s y para ella un Martini seco.
Removido, no agitado.

A los pocos minutos se confirmaron mis sospechas: La minifalda efectivamente lucía muchísimo más sobre el parquet de mi cuarto.

A la mañana siguiente me costó despertarme. La minifalda seguía allí.
Ella había dormido del tirón, yo con constantes pesadillas de lo poco que cené.

Al salir de la ducha estaba irresistible. Me encantaba verla con el pelo mojado, sin bucles.
Así tan suelto, las gotas resbalaban rebeldes sobre su espalda desnuda.
Como luchando por acariciarla toda ella.

- “Tengo algo de hambre. Hacemos un vermut?”

Nos vestimos y bajamos a la calle. Debía de estar de buen humor porque al entrar al Jabalí no puso pegas.
El de las cuarenta en oros se estaba tomando un “sol y sombra”.

Dos cinzanos rojos de los de siempre. Con su vaso sucio y con su olivita.
Con el aroma a obrero y a Faria embadurnando el local.
De los que cantan cansado ni rastro. Justo Molinero amenizaba la mañana.
Solo la musiquita de la tragaperras alteraba la paz del Domingo.
En la tele, el teletexto en la página de la quiniela.

- “Algo de comer pareja?”

Debía de tener un hambre que daba calambre, porque se me adelantó para pedir.

- “Ponte un poquito de chistorra, jefe. De la que pique”

Esa mañana, se había puesto vaqueros.

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