"Que hablen de mí, aunque sea bien"

miércoles, 7 de abril de 2010

La teoría del café


"Y comieron perdices"

Vaya chorrada.
Llamadme desconfiado pero no me lo creo.
Ya es casualidad que todos los cuentos terminen igual.
Tanto príncipe azul, tanta carroza y tanto zapatito de cristal, y luego más de una se pasa la vida buscando a su jinete rubio sin éxito.
Besando ranas.

Todo por vivir en la más absoluta ignorancia.
Por no conocer la teoría del café.
A saber:

Un repaso por delante y un vistazo por detrás son más que fiables criterios para que un hombre conozca a una mujer.
Para que reúna toda la información que de ella necesita.

Sin embargo una mujer necesita saber sus gustos, sus aficiones.
Su canción favorita y su cuenta corriente.
Si Sagitario es compatible con Aries.

Es ahí dónde las mujeres cometéis el error. Donde tropezáis una y otra vez.
Ahí radica la causa de vuestros desvelos, llantos y escenitas delante de sus amigos.

A ti, mujer ibérica, antes de entregar tu flor necesitas conocer bien al candidato.
Es propio de tu raza, lo demanda tu sangre.
No te basta con sentirte físicamente atraída por él.
No es suficiente con que sea joven, blanco, europeo y fértil.
No señor.

Necesitas algo más.
Un aval. Una garantía de que estás compartiendo tu tesoro escondido con alguien digno de ti.
La sensibilidad de Jesús Vázquez, la belleza de Brad Pitt, y la cartera de Paquirrín.
De George Clooney, solo su cafetera que el cerdo viene de serie.
Eso sí, el tamaño no importa.

Sin embargo para el hombre la regla es sencilla y universal.

“Si pesa más que un pollo, me la follo”

El tamaño a nosotros tampoco nos importa.
Con la diferencia de que nosotros lo decimos de verdad.

De modo que ante la primera cita, como buena mujer ibérica, en tu afán por conocer los méritos del candidato, cometes el primero de tus errores históricos.

- “Vamos a tomar algo?”

Gran cagada, señoritas.

Perfume en el escote.
Vaqueros ceñidísimos y ropa interior de guerra.
Limpia, por supuesto.
En el bolso lápiz de labios y pintura para retocar.
Otro par de pendientes y un colgante a juego.
Por si acaso.

En cuanto a él, si huele mucho a perfume será señal de que no se ha duchado.
Gallumbos del Mercadona.
En el bolsillo, un par de condones.
También por si acaso.

Él se pedirá una cerveza.
Tú, un café.

Cuando hables te mirará fijamente, absorto.
Con cara de no haber escuchado nada tan interesante desde lo de el hombre en la luna.
Si hay fútbol en la tele dirá que no le apasiona.
Los ojos como platos y la boca entreabierta.
Aunque le hables de las rebajas o de las alergias de tu perra, él será todo oídos.
Eso sí, en cuanto gires la vista te mirará el escote.
Cada uno con sus pruebas.

Cuando quien hable sea él, procurará hacerlo de sentimientos. Mencionará su afiliación a cuatro ONG´s y se inventará la existencia de un hermanito pequeño enfermo.
Es posible que hable de alergias de perro para mostrar simbiosis.
Fotosíntesis, que diría aquel.
Eso sí, en cuanto gires la vista también te mirará el escote.

Todo por una sencilla razón que resume la teoría del café en su primera regla:

"La capacidad de mentir de un hombre es directamente proporcional al tiempo que lleva sin soltar grumo, sin drenar. A más tiempo sin echar el pellejo para atrás, más mentiras."

Es decir, todos tus intentos de conocerle habrán sido en vano. Todo lo que tardes en llevártelo al catre será tiempo perdido.
Mientras entre tú y él haya un café de por medio, te habrá dicho sólo lo que quieres oír.
Te la habrá metido doblada, nunca mejor dicho.
La ley de la supervivencia.

Y lo único que te llevarás de tantas citas inútiles es una tensión arterial de caballo con tanto café cortado.

Si realmente quieres saber si ese chulazo merece la pena, si hay algo más detrás de ese cuerpazo, debes seguir a rajatabla la teoría del café en su segunda regla:

"El único momento en que la mente masculina no pensará en sexo es la media hora posterior al drenaje.
Treinta minutos. Ni uno más"


En resumen: si quieres realmente conocer a un tío por dentro,
cómo piensa, qué siente…lo que tienes que conseguir cuanto antes es que te haga el recado.
La seguidilla. La doble turca.
Que te cubra, coño.

Y justo tras el cubrimiento, cuando haya liberado a la bestia que lleva dentro, entonces será tu momento.
Tendrás media hora por delante para saber lo que te interesa.

Nada de ir al lavabo. No se lo consientas.
Ni cigarrito de después ni hostias.

En esa media hora el hombre no pensará en hincarte el cuerno. Aprovéchalo.
Será un tiempo de reposo, de paz interior. Su mente estará diáfana.
preclara.
Y no se moverá por instintos animales. Será él mismo.
Tal cual.

Déjate de besitos y abrazos, de dedos traviesos entre su cabello y caricias en la espalda.
Tienes un objetivo y el tiempo es limitado.

Preguntas claras. Respuestas claras.
Pim pam.Sin tregua.

Y si te convence, pues a repetir.
Que hay mucho que conocerse y la vida son cuatro días.

Y si no, que se vaya a tomar un café.
O mejor, que se vaya a comer perdices.
Pero en calabaza y con Cenicienta.

3 comentarios:

  1. Fruto de todas aquellas noches de monólogo.
    Hace tiempo que nos la debíamos

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  2. Tantas noxes sin dormir, tantos dias nerviosa dando vueltas, ya m parecia a mi q tanto cafe no era bueno. Debias haberme explicado esta teoria antes d aqella noxe, y habriamos pasado del cafe!!

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  3. ....la verdad que en estos momentos habras conseguido que a juan valdes lo hayan echado al paro...pero a su vez muchos de nosotros te estamos agredecidos de que nuestra tension sanguinea...y sexual...haya bajado. besos desde colombia: tu querido sancho.

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