"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 24 de noviembre de 2009

Mi primera vez



Hay números que a lo largo de mi vida han ido quedando marcados a fuego en mi retina.
Datos de importancia capital que se han convertido en imborrables por su trascendencia:
El piso de la repetidora de sexto, su talla de sujetador o el total de partidos internacionales de Casillas son cifras inolvidables que forman parte de mi memoria vital.
De mi materia gris.

Pero por encima de todas ellas, por encima de la matrícula de coche de mi jefe o de la cantidad de tías con las que se ha acostado Julio Iglesias se encuentra un dígito mucho más importante en mi vida.

El día D. Mi particular desembarco de Normandía. El final de mis ansiedades pero el comienzo de mis desdichas:
Mi primer beso.

A pesar de que hace ya muchos años de aquello, recuerdo con nitidez diáfana la fecha e incluso la hora de la tragedia:

9 de Febrero de 1994. 15:15

Para explicarlo, para poner en antecedentes a quien desconozca el tema, hemos de partir de una premisa esencial:
Soy un pringao.

Conocí a mi víctima al cambiarme de colegio. Coincidíamos en gimnasia y literatura, y ella me ayudaba con los deberes de Física.
A la hora del recreo, en lugar de jugar al fútbol como el resto, solía compartir con ella bocadillos y confesiones.

Ya avisé: un auténtico pringao.

Pues bien, entre tanta clase de gimnasia y tanto bocata, una tarde de invierno me confesó sus inquietudes:
Quería ser mi novia.
Hoy en día el orden es inverso: Primero se cata el producto unas cuantas veces, y si vemos que la otra persona tiene tierras, entonces y sólo entonces consolidamos el noviazgo.
En aquella época no.
En aquella época no teníamos un puto duro pero primero pasabas a ser novio; y de catar el producto… eso ya se vería.

De manera que ya tenía novia. Hacíamos lo mismo de siempre, o sea nada. Sólo que cogidos de la mano.
En gimnasia de la mano, al recreo de la mano…lo que son unos novios como Dios manda, vaya.

A mi todo aquello me parecía muy bonito. Tenía mi notita de amor cada mañana en el pupitre, y en gimnasia mi pareja para todo era siempre la misma.
Las ventajas de tener novia eran infinitas, te pateabas la ciudad para acompañarla a casa, te quedabas sin jugar a fútbol por estar con ella…
Así que yo estaba ansioso por probar qué era aquello de meter filete y se lo hice saber.

-“No me jodas!!!!”

Primera noticia que tenía de que se necesitaba estar preparado para comerse el boquino.
Además, yo lo estaba más que de sobra.
No me perdía un capítulo de Sensación de Vivir y cuando llegaba a casa, en el espejo del ascensor, desde que éramos novios practicaba besos con el dorso de mi mano.
Sí nena, aquello era estar preparado.

Siempre me quedaba la duda de qué coño se hacía con la lengua. Eso en la serie de Beverly Hills no se apreciaba con nitidez.
A veces ensayaba moviéndola en círculos, a veces de arriba a abajo.
Habría que meterla hasta el fondo o sólo un poquitín?
Debería fijarme más en Brandon.


Se ve que ella no veía Sensación de Vivir, porque aún no estaba preparada.
Así que tocaba esperar.
Los días pasaron y continuábamos besándonos en la mejilla, haciéndonos muecas,“divirtiéndonos” en el recreo compartiendo gominolas.
En definitiva, y como suelen decir que los primeros meses son los mejores, disfrutando a tope de nuestra relación.
Eso sí, agarraditos de la mano siempre.
Lo dicho: Un pringao de cojones.

De pronto, una anodina mañana, la típica nota en el pupitre a la que me tenía acostumbrado del estilo “Te quiero cuqui” fue sustituida por “Estoy preparada”.
Clarines y timbales, la fortuna se ha puesto de mi lado. Hoy mojo!

Ese día no había gimnasia ni literatura, así que esperé ansioso el recreo para recoger mi merecida recompensa. Se me antojaba escaso el cuarto de hora de descanso, porque pensaba poner en práctica todas las modalidades de morreo que había ensayado frente al espejo con la palma de mi mano.
Brandon y Dylan se iban a quedar a la altura del betún.

Pero nada oye. En cuanto sonó el timbre llegué hasta donde ella ya casi con la pose, los ojos cerrados y el morro fuera, pero ella me dijo que el lugar de nuestro primer beso debía ser especial.

Me temí lo peor.
En lo alto de la montaña?
En globo quizás?
En Las Vegas?
En Beverly Hills 90210?

Pero no era para tanto. El Meridiano cero pasa por mi ciudad y así lo planeamos.
Domingo 9 de Febrero iríamos allí. Frente a frente nos apretaríamos las manos, cerraríamos los ojos y sellaríamos nuestros labios un par de segundos. Después nos abrazaríamos un buen rato. Eso sí, cogidos siempre de la mano.
Había dicho ya lo de pringao, verdad?

Recuerdo que esa mañana me puse gallumbos nuevos. Optimista que es uno.
Todo iba según lo planeado. Meridiano cero, su mirada en la mía.
Nos apretamos las manos y nos dejamos llevar por el “desenfreno”.
Pero ella en lugar de Sensación de Vivir ella debió de ver Sister Act, porque cerró los ojos bien fuerte, pero la boca más. Un piquito tierno y virginal.

Yo también cerré los ojos, pero los maestros Dylan y Brandon al meter hocico lo hacen con la boca abierta tal y como había ensayado yo en el espejo. Y así me lancé yo.
A tumba abierta. Con la lengua hasta el garganchón.

La estampa era dantesca. Su boquita bien cerrada se encontró con la mía, de par en par.
Con los nervios, mi lengua pareció adquirir vida propia, y sólo encontraba nariz allá donde se moviera.
En círculos, de arriba abajo o quieta. Parecía un San bernardo.
En resumen, le puse la cara como un cromo de saliva.

A día de hoy estos desajustes se corrigen al instante, pero cuando se trata de tu primera vez cualquier movimiento en falso puede ser fatal.

Cinco violentos segundos después nos separamos y, eso sí, nos abrazamos un buen rato de acuerdo al plan establecido.
Cada cabeza apoyada en el hombro del otro, la vergüenza hizo que el abrazo durase una eternidad.

Yo estaba desolado, aquello no le pasaba a Brandon.
Ella debía tener su nariz totalmente empapada con mis babas, pero aún así rompió el hielo a mi oido:
-“Me ha encantado”- mintió

Yo, que siempre he sido pringao pero sincero, preferí callar.

Dieciséis años después ella ha logrado rehacer su vida. Lo último que me contaron fue que se había casado con un compañero de clase.
Seguro que en la medida de lo posible es feliz.

Yo sin embargo, aún repaso los vídeos de Sensación de Vivir intentando descubrir en qué fallé.

Por descontado, sigo virgen.

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