"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 10 de noviembre de 2009

Cuestión de amor propio




Apenas llevaría el DVD tres minutos encendido cuando la enfermera, ceñidísima ella, se amorraba al mango del paciente sin titubeo alguno.
Cada día tienen menos argumento las pelis porno.

A la vez que me bajaba los pantalones del pijama le subía el volumen a la tele. Siempre he sido un tío entregado para esto del sexo propio.

Con la mano derecha ocupada en tareas obvias, la izquierda se apremiaba impaciente a rebobinar en busca de la escena ideal para mi pequeño “homenaje”.
No sólo entregado, también soy un tío indeciso.

Ya tenía ganadora: la escena de la alumna de coletas con la ropa de su hermana pequeña.
La pobre había sido muy traviesa según el profesor.

Un duro correctivo estaba recibiendo la joven cuando de repente sonó mi móvil. No habría cogido de no ser porque se trataba de una consultora de recursos humanos.
Una voz angelical me preguntó si me pillaba en buen momento. Siempre tan educadas las secretarias.

- “En buenísimo, no te jode. Concretamente en el mejor”- pensé

Respondí algo avergonzado y me subí los pantalones, como si al otro lado la chica pudiese ver en qué menesteres me encontraba. Me comentó que querían hacerme una entrevista de trabajo y concretamos una cita la tarde del día siguiente.
Cuando colgué, la colegiala traviesa del DVD tenía ya la boca llena.

Esa noche vino mi novia a cenar y se quedó a dormir. Con la cuenta de la tarde aún pendiente, con mis manos en su blusa le empecé a explicar la fábula de la abejita y la flor. Pero era uno de esos días en los que le encanta ser mujer y saca olor hasta a las nubes, así que el abejorro se durmió sin fábula y sin flor, mientras maldecía todos los anuncios de compresas.

Al día siguiente me levanté flamenco. Morning glory lo llaman los ingleses, y por algo será.
Pero yo no soy de hacer esfuerzos desde primera hora, así que me quedé en la ducha hasta que se me pasase la hinchazón.
Me afeité y desayuné ligero mientras me preparaba un par de temas para la entrevista.
Hoy me contrataban fijo.

A la hora indicada, con la lección bien aprendida y la autoestima por las nubes me presenté en el despacho. He de confesar que antes de llegar paré en el bar más cercano para tomarme una caña. La creatividad nunca estaría de más en la entrevista.

Con voz decidida me presenté y la secretaria me pidió que esperase. ¿Nunca habéis escuchado una voz bonita y la habéis asociado a un cuerpazo? A menudo la decepción cuando le ponemos cara a la voz es enorme. Pues no se si por el efecto de la colegiala, con ésta secretaria me paso exactamente lo mismo. Una soberana decepción.

Cinco minutos estuve repasando mentalmente mis puntos fuertes, cuando se abrió la puerta.

Joder. Joder. Joder.

Ciento ochenta centímetros de vicio y pecado me tendieron la mano profesionalmente.
Traje chaqueta gris marengo. Palabra de honor camuflado con un fular llamativo. El cinturón ancho para remarcar las caderas. Eso sí, sonrisas ni una.

-“ Señor Lucas, verdad?”

No iba de colegiala, ni vestía ropa ceñida. Ni siquiera llevaba coletas.
Pero había conseguido en mí el mismo efecto que la chica del DVD.
Y sin necesidad de tocarme.

Allí seguía la muchacha con la mano tendida cuando me incorporé instintivamente para darle dos besos. Al darme cuenta de mi error traté de recular pero ya era tarde, y desembocamos en una situación de esas embarazosas en las que ni besas ni sabes dónde guardar la mano.

- “Los de mi pueblo enseguida nos encariñamos con la gente”

Tratando de salir del atolladero solté el chiste fácil en busca de su risa cómplice.
Ella ni se inmutó

Superado el trago como pude, entramos en su despacho. No me había dado tiempo a sentarme cuando ya me dejó sobre la mesa una tarjeta con su dirección y su teléfono.

“Nunca lo había conseguido tan rápido. Y sin pedirlo!!”

La entrevista discurría por los cauces normales, con la salvedad de que me costaba horrores no mirarle al escote. A fin de ganarme su confianza trataba de aportar algún comentario irónico, de esos graciosos que rompen el hielo. Pero Miss Playboy Enero Rotenmayer no estaba por la labor.

Empezó a comentarme que la empresa en cuestión facturaba chipicientos millones de euros, un trece por ciento más que el año pasado. Su facturación había superado en tres puntos porcentuales a la competencia, y su resultado suponía el siete por ciento del mercado.

Abrumado por las cifras,en ese momento dejé de prestar atención y me la imaginé con su pareja.
Toda de cuero y con un látigo.

- “Hoy tengo un catorce por ciento más de ganas de que me hagas tuya. Méteme dos puntos porcentuales para que la cópula sea un nueve por ciento más satisfactoria”

Me resultó imposible reprimir una sonrisa.

Despropósito tras despropósito, llegamos a la pregunta de los puntos fuertes; pero yo ya estaba totalmente hundido en la miseria. Para ese momento, entre las coletas, el escote y el cuero había olvidado todo lo que me había preparado. Y el único punto “fuerte” que me quedaba no era para presumir precisamente.

Respondí cualquier chorrada con el ánimo de quien se sabe vencido.

Poco más duró la entrevista. Me comentó que en principio no me llamarían porque no encajaba en el perfil de la empresa.
Lo entendí, a no ser que la empresa fuese una productora de cine X, con mi comportamiento aquella tarde no encajaba para ningún otro perfil.
Escarmentada, ésta vez ni me tendió la mano. Yo se la ofrecí en señal de derrota pero ella se limitó a abrirme la puerta. De sonrisas ni hablamos.

Al salir de la oficina, la decepción con la voz bonita llamaba a otro candidato. Me imaginé a otro pringao como yo en ese momento subiéndose los pantalones mientras contestaba.

Al pisar de nuevo la calle decidí qué haría.Lo tenía claro.
Subiría a casa y retomaría la escena de la colegiala.
Pero ésta vez apagaría el móvil







1 comentario:

  1. hay veces en la vida, q no podems dejar pasar esos pequeños caprixos q tenems, por muy insignificantes q puedan parecer, tenlo presente la proxima vez!

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