"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 17 de noviembre de 2009

Gripe del sábado noche


Tras muchos años deslumbrado por las luces metálicas, harto de probar cubatas de garrafón me siento con la experiencia suficiente para abordar un tema tabú considerado por todos epicentro de debate:
La noche.
La dama de las bajas pasiones, el espejo donde proyectamos nuestras represiones, nuestros vicios más ocultos.

La noche alberga bajo su manto de estrellas fauna de lo más variopinta, pero desde mi punto de vista esta amalgama de caracteres se puede agrupar en dos:

1-Los que reconocen que salen de marcha para hincar el cuerno
2- Los que mienten.

Los argumentos del segundo grupo pueden ser tan ridículos como falsos:

- Salgo para pasármelo bien con mis amigos
- Salgo para tomar una copa acompañado
- Salgo para hablar y conocer gente nueva
- …

Chorradas. Para eso están los campings, chaval.

Hoy nos ceñiremos al grupo de los valientes, de los que asumen el riesgo de su empresa, de los que reconocen su voluntad abiertamente.
De los que salen para mojar, vaya.

Siempre nos han inculcado la idea de que siendo simpático ligas mucho más. Que con una sonrisa llegas más lejos, que las tías no se fijan en el físico, que valoran el interior, que les hagan reír…
Y un huevo!!

Al final los que se hacen polvo, los que no tienen hueco para más muescas en su culata son los guaperas, los cachitas, los que tienen un cochazo aparcado a la puerta…y normalmente no son miembros del Club de la Comedia que digamos.
Así que una vez la cruda realidad nos abre los ojos al resto, la única salida que nos queda es desplegar nuestras armas de seducción sobre uno de los ritos de cortejo más primarios que conoce el ser humano:
El baile.

Con tal de no tener la necesidad de mentir cuando te pregunten, en definitiva, con tal de cubrir a una hembra el hombre es capaz de rebozarse en el lodo de la manera más infame.
Y si hay que bailar, pues se baila.

Existen diferentes tipos de estrategia para que nuestras caderas logren engañar a la hembra y así desayune con nosotros al día siguiente. Una por cada uno de los siguientes personajes:


- En primer lugar tenemos a”El engorilao”: Se siente dueño y señor y lo demuestra. Los movimientos epilépticos son su seña de identidad y puede recorrerse los cien metros cuadrados de pista en una sóla estrofa. Lo mismo le da Clavelitos que Beyoncé. Lo baila todo, y todo igual. Suda como un cochino, pero la botellita de agua que le acompaña no es sólo por eso. No es aconsejable para la salud entorpecer su coreografía.
Reflexión: Si te dirige la palabra tendrás la sensación de que está hablando con alguien justo detrás de ti. Tranquila, con seguirle el rollo basta para que te deje en paz.


- Otro representante de los saraos es “El afirmativo”: Para él todas las canciones son la misma. Al igual que el engorilao, le da igual “Rata Muerta” de Isi Disi que una sonata de Wagner. Él siempre repetirá el mismo gesto con la cabeza, de arriba abajo. El rostro serio mordiendo carrillo por dentro, y la mirada interesante por lo que pueda ser. El cuerpo rígido, y sólo en un momento de clímax podrá acompañar el meneo de cabeza con un imperceptible repiqueteo de puntera.
Reflexión: Cree que su caída de ojos es irresistible. No moja nunca, pero mantiene intacta la esperanza

- Para mí uno de los más ridículos es “El guitarrista”: Éste especimen se mueve generalmente en grupo, y su coreografía es muy simple. A la que escucha que el ritmo se acelera un poco, coge la guitarra de aire y siente estar poseído por el espíritu de Santana y Luís Aguilé. Sacude espasmódicamente la cabeza mientras simula un punteo al más puro estilo Keith Richards.
Reflexión: Si quieres follar cada día con AC-DC de fondo, tú misma.


- Luego tenemos al artista frustrado, “El Leroy”: Hereda su nombre del morenito que se hizo famoso en la serie americana de Fama. Se graba cada tarde la versión española y tras practicar ante el espejo de casa, intenta plasmar sobre la pista los ochos que Rafa Méndez y Marvelis enseñan en funky y techno-jazz fusión.
Reflexión: Suele decir que su estilo es más “street dance” o “lírico”

- Uno que me da lástima es “El digno”: Evita bailar por todos los medios. Se puede pasar la noche pidiendo en la barra, haciendo cola en el lavabo o rascándose la pierna. Todo por no sentirse ridículo. Sólo cuando no tiene más remedio pone cara de “yo pasaba por aquí” y se lanza con pasos clásicos, propios de un guateque ochentero o travoltista según le dé.
Reflexión: No te ensañes con él, mujer. Bastante mal lo pasa ya bailando

- Con la irrupción de los reality shows, se ha multiplicado “El triunfito”: Una variedad del digno que tampoco se mueve, con la salvedad de que se deja la garganta con todas las canciones. Da igual que no se sepa la letra. El tío cierra los ojos, pone cara de estreñido y se acerca el puño a la boca simulando un micrófono.
Reflexión: Que puedes esperar de un tío que te canta que ” su corazón está colgando en tus manos”!!

- “El gogó” : Una variedad del engorilao, pero en un metro cuadrado. Para él cualquier escalón es un podium, cualquier farola una barra de baile. De manera que aprovecha la mínima excusa para elevar su cabeza del resto y hacer pública su catársis.
Reflexión: Un tío que se amorra a una barra de baile es gay.

- Un engendro repugnante es “El cebolletas”. Gusta de bailar arrimado a su pareja, minimizando el aire que corre entre ambos. Su agilidad para meter la rodilla entre las piernas es admirable. En cuanto ve ocasión agarra a su víctima y le hace la llave maestra. Es muy probable que a la vez también te toque el culo de mientras. Todo un artista.
Reflexión: Se conocen rara avis de esta especie con hasta ocho y nueve manos.

- Por último, mi favorito;”El malabarista”. Conocedor de sus limitaciones, hace de su capa un sayo y le echa jeta al asunto. Se coloca el cubata entre el hombro y la oreja, y con ambas manos levantadas empieza a jalearse a si mismo. A pesar de lo poco ortodoxo que resulta, suele atraer miradas tanto de ellos como de ellas.
Reflexión: Por favor, no intenten esto en su casa.

Aún así, a pesar de todas las variedades que hemos detallado, y dado que el cancionero castizo es sabio, se han creado dos clásicos de la música, piezas maestras de ayer, hoy y siempre, para que hasta los más inútiles en esto del baile podamos tocar pelo:
Paquito el Chocolatero y La Conga.

Al igual que no se concibe una boda sin el Ave María o la salve rociera, no hay verbena o festejo popular sobre el terruño patrio en que éstos dos no se bailen. Y por mucho que se trate de un baile “hot” no hace falta que Rafa Méndez te lo enseñe.
Va con el gen ibérico. Es innato.

Pero bueno, en definitiva yo esto lo explico para esas jóvenes incautas que se puedan topar con alguno de ellos por el camino. A mi todo esto me da igual, porque yo salgo para pasármelo bien con mis amigos.
Para reírme y eso…

¿Y tú?

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