"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 29 de diciembre de 2009

La dictadura del tiempo

Existe un nutrido de grupo de gilipollas que invariablemente, según cuelgan un par de arbolitos en su pueblo afirma odiar la Navidad. Al primer villancico y zambomba se les cambia el rictus y se les tuerce el hocico.

Gilipollas.

Yo soy uno de esos. Debería reírme y disfrutar del colorido, debería beberme una coca cola con el oso polar del anuncio y comer turrón de El Lobo con mi familia. Debería quizás hacerme polvo con la rubia operadísima de turno a la que visten de Papá Noel en el centro comercial.

Pero a mi la Navidad me sabe a estación de paso. A abrazos de lágrimas, a mendigo en el banco. A besos de arena y despedidas a través del cristal. Hace ya muchos años que mi maleta y yo vivimos estas fechas a caballo entre estaciones, aeropuertos o andenes varios; y bien en la Renfe de Dato de Vitoria, bien en Sants, la gente se agolpa en las vías impaciente esperando un tren que nunca quieren que llegue. Porque se lleva una parte de nuestra vida, se lleva puñados de recuerdos.
Bien en el Prat, en Foronda o en Bristol, las barreras del control policial separan familias, amores, miradas cómplices que suplican un último beso de aire.

Por todo eso soy un gilipollas más.

Cada 29 de Diciembre, desde que mi memoria alcanza, recuerdo a mi abuelo Martín decirme:
“Mañana vendrá al pueblo un hombre con mas ojos que días tiene el año” A la mañana siguiente yo me despertaba impaciente y me acercaba a la entrada del pueblo a esperar.
Atemorizado y curioso me sentaba en la puerta del frontón de Leiva aguardando aquella criatura de la naturaleza con la cara llena de ojos.
Para la hora de comer mi esperanza se desvanecía, y sin embargo al año siguiente Martín volvía a avisarme de la visita,
“Mañana vendrá por Leiva un hombre con más ojos que día tiene el año”, y yo volvía a apostarme a la entrada, junto a la señal de tráfico, y nunca vi pasar a nadie con más de dos ojos.
No recuerdo cuándo, supongo que no hace mucho porque siempre he sido un iluso, un 29 de Diciembre caí en la cuenta de que el año en ciernes apuraba sus dos últimos días. Sin embargo cada Navidad Martín me seguía contando el mismo acertijo.

Hace dos años que Martín no está entre nosotros, hace dos años que nadie me cuenta esa historia. Hace dos años que la Navidad me sabe un poco más a nostalgia

Por todo eso soy un gilipollas más.
Tal vez me debería gustar la Navidad pero me acaba dejando un regusto a cartón piedra. Debería disfrutar con la familia pero todo termina recordándome el paso del tiempo. El avance implacable de las arrugas en la memoria, el acumular fotos y recuerdos, el emprender nuevas etapas a costa de quemar otras.

A pesar de todo esto, a toda la gente buena, a toda esa gente que merece la pena, a los que miran a la cara cuando dicen las cosas les deseo lo mejor para este 2010. Sólo a esos.
Fumaos la vida, beberos a besos, regalad sonrisas, enamoraos, desenamoraos, llorad a gritos, reíd en silencio, cantad a voces. Coged la mano a un niño, salid a la calle cuando más llueva. Decidles lo mucho que les queréis a toda la gente que queréis.

No os sometáis a la dictadura del tiempo.
Sed felices.

Vivid, vivid.

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