"Que hablen de mí, aunque sea bien"

martes, 15 de diciembre de 2009

Profesión por vocación


Desde bien guacho, desde mi época parvulita siempre miré con envidia a los que me rodeaban.
Ellos lo tenían claro.
El tonto de Miguelito sería astronauta, la repipi de Martita profesora.
Dieguito trabajaría de medico, como su papá.
Lo suyo eran vocaciones. Y de las buenas.
Trabajar para la humanidad, descubrir planetas, salvar focas en el Índico… todo valía
¿y yo?

La verdad es que yo no lo terminaba de ver claro. Volar me daba fobia, tenía alergia a la tiza y mi padre salía cada noche quemado de la Michelín.
Sin embargo, al que mejor veía era a mi abuelo, que se levantaba cuando quería y nadie le tocaba los huevos. Mi modelo a seguir.
Comer y dormir, la vida del oso.

No tenía muy claro dónde se estudiaba para eso, pero enseguida me decanté:
Yo sería jubilado.

No se si fue que no alcancé la nota en selectividad o mi poco estilo con el dominó y el tute, pero nunca encontré el camino.
Sin embargo, todas estas crisis de vocación vieron la luz hace dos semanas:


- “Siéntese, por favor. Don Sixto le atenderá enseguida”

Una secretaria cincuentona con voz de desayunarse cada mañana una caja de Ducados me daba la bienvenida.

Don Sixto.
Madre mía, es que lo tenía marcado a fuego.
Con ese nombre sólo podía ser notario. Bueno, notario o árbitro de fútbol.
De cualquier forma, ¿cuánto dolor tiene que sufrir una madre en el parto para llamar a un hijo Sixto?

Mientras esperaba a Don Sixto en la salita me entretuve fisgoneando los diplomas que adornaban la pared.

Licenciado por la Facultad de Romeu y Cabra, Honoris Causa en Derecho Cósmico Sideral,...aquello más que una notaría parecía el Museo Thyssen con tanto marco y tanto cuadrito colgado. Sixto debía de ser una eminencia.

Doctorado en la Facultad de OSEADE, Presidente del “Comité de los jerseys al cuello”…
Tanta pompa y boato ya me mosqueaban.

“Alguno tenía que ser de relleno, no me jodas “
El típico concurso de tortilla de patata del barrio, o el de joticas aragonesas del pueblo, seguro.

Sin darme apenas cuenta comencé a descojonarme yo sólo mientras le imaginaba frente a un micrófono con un trapo al cuello y los brazos en jarra. Eso sí, dando fe el tío.

“ La Virgen del Pilar dice
Que no quiere ser francesaaaaa……..”

Y en medio de tanta nobleza baturra apareció Sixto por la puerta.

La verdad es que no tenía pinta de cantar ni en el bingo, pero por su enorme volumen lo de comer tortilla se le debía dar de miedo. Mentalmente me prometí dar un repaso a todos los diplomas a la salida.

Me invitó a pasar a su despacho y se sentó. Allí había aún más diplomas, y en marcos más grandes. Una foto del rey presidía la estancia, y en un segundo plano una bandera de España del tamaño de un cartel de autopista aportaba la nota de color..
Me pareció ver alguna cabeza de ciervo.

Ni eminencia ni hostias, Sixto era un elegido del Olimpo en Derecho Notarial.

Me pidió mi DNI y tras revisarlo un par de minutos como si fuese la primera vez que veía algo tan raro, me miró por encima de las gafas y preguntó:

- “ Lucas, verdad?”

Este tío es tonto.

- ” Mejor llámame Sixto, no te jode…”

Sin hacer caso a mi respuesta comenzó a leer las escrituras. Con un tono apático y monocorde se peló las ocho páginas del tirón sin levantar la vista.
Lo suyo era la motivación.
Para cuando empezó la segunda yo ya no le prestaba atención y mi imaginación me la volvía a jugar:

“ que quiere ser capitana
De la tropa aragonesaaaa……”

Me estaba costando horrores aguantarme la carcajada. Mientras tanto Sixto a lo suyo, dando fe.
Me extendió un boli que pesaba como si fuese de cemento armado.

“Firme aquí señor… Lucas, verdad?”

Mucha foto, mucho ciervo, pero lo que yo decía: tonto fijo.

Quince minutos después de entrar me estrechaba la mano y se iba por donde llegó sin siquiera un “Ahí te pudras, Lucas”.

¿Tanto doctorado y tanto diploma para leer ocho hojas entre dientes?
Antes de salir pasé por el Museo Thyssen, pero la de los Ducados ya me esperaba para cobrar.
Sacó la calculadora e imprimió la factura.

Preparé cien euros y miré el reloj; con lo que me sobrase aún me daba tiempo a tomarme unas cervezas antes de comer.

- “ Cuatrocientos ochenta y cinco euros con diecisiete céntimos”

Le debí escuchar mal, pero con esa voz de camionero acatarrado no me extrañó.
Le solté mis cien mortadelos sin prestar atención pero ni se inmutó.

- “ Cuatrocientos ochenta y cinco euros con diecisiete céntimos”

Clin, clin, caja.
Miré la factura y efectivamente, la cincuentona ventrilocua del tubo de escape en la garganta tenía razón. Doscientos ochenta y cinco de honorarios y doscientos por el papel y la copia.

Mientras cogía la tarjeta repasé mentalmente.
Incrédulo.

Doscientos ochenta y cinco boniatos por quince minutos
Era evidente que había tenido frente a mí al Cristiano Ronaldo de los notarios.
Ni que hubiera escrito el muy capullo las ocho páginas con la boca!!
La última vez que me cobraron más de cien euros por tan poco rato al menos me llamaban Papito.

Doscientos por el papel y la copia.
Tú me dirás. Lo mismo era la sábana santa aquello que acababa de firmar, porque de lo contrario no me lo explico.
Ni el papel de cuatro capas de Scottex con lo suave que es cuesta tan caro. Y al menos sirve para algo.

Los diecisiete céntimos no se detallaban pero supuse que era por la fe que Sixto me dió.
Preferí no preguntar.

Salí de allí con el bolsillo temblando y las ideas claras.
Por fin mis preguntas, mis crisis de identidad arrastradas desde el jardín de infancia veían la luz.

En estas dos semanas, mi hermana me ha regalado una foto de los príncipes, mi primo de Móstoles una bandera del Madrid y entre mis carpetas de colegial he encontrado tres diplomas:
El de Mecanografía, el de manipulador de alimentos y el de vacunado contra la rubeola.
Por algo se empieza.
Las cabezas de ciervo se las he pedido a los Reyes Magos.

Y si me tengo que cambiar el nombre me lo cambio, pero al fin he encontrado mi vocación.
Asi que Miguelitos, Martitas, Dieguitos...pringaos todos.
Madrugad para arreglar el mundo, deslomaos curando enfermos, aguantando a mocosos, que yo ya voy leyendo y firmando papelotes.
Sí señor, seré notario.
De eso doy fe.

2 comentarios:

  1. "Por fin mis preguntas, mis crisis de identidad arrastradas desde el jardín de infancia veían la luz."

    genia, de veras...

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  2. yo seguire tus pasos.... jubilada!!

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